Mendigo Francés alcanza la fama tras pasar casi 30 años en las calles y relata su historia en un libro

La obra Por La Nación / GDA Jean-Marie Roughol estuvo en el momento justo y en el lugar indicado. Era el 2013 y él, con sus 49 años a cuestas, pedía limosna en las calles parisinas. De pronto, vio cerca de los Campos Elíseos a Jean-Louis Debré, exministro del Interior y uno de los políticos más respetados y queridos de Francia
quien estacionaba su bicicleta y la ataba con un candado. Roughol vio el negocio y se ofreció para cuidársela. Sin embargo, sacó mucho más.

"Yo creo que tú tienes mucho que contar. Escríbeme tu historia. Escríbeme tu vida. Escríbeme un libro. Yo lo corregiré y encontraré un editor", le dijo el funcionario y le abrió así una puerta impensada.
Hoy, Roughol es el autor de una obra que ya vendió más de 40 mil ejemplares: "Pido limosna: una vida en la calle". Está en la lista de los más vendidos en Amazon Francia y ya fue traducido al chino, al coreano y al checo, de acuerdo a lo informado por el diario El País.
Su vida cambió: cobró los derechos de autor el año pasado y pudo alquilar una casa para vivir. 
Y su historia resulta imperdible. En las páginas de su primer libro, Roughol cuenta que su vida es la de un busca. Que pasó días y noches en las inhóspitas calles de la ciudad francesa, que se encontró con ratas del tamaño de gatos y drogadictos con la mirada perdida. Que muchas noches fue echado de cualquier lugar en que pensaba refugiarse y de la peor manera. Que llegó a dormir escondido entre los vagones de los subtes en desuso.

Portada del texto. Captura de pantalla
La primera noche que pasó en la calle ocurrió cuando era apenas un joven que todavía no rozaba los 20 años y que había regresado del servicio militar. No tenía familia ni trabajo, durmió entre los árboles del parque Buttes-Chaumont. A la mañana siguiente, hizo un descubrimiento que le cambiaría la vida: "Rebuscaba en las papeleras. Las cercanas a panaderías y tiendas de alimentación eran las mejor surtidas. Encontraba pan, dulces todavía envueltos o frutas". Así comía.
Lo que siguió después no fue menos fácil. Vivió en peligro, tuvo miedo, se armó con una navaja para defenderse en París . "Si quieres echarme, tendrás que matarme", les decía a quienes buscaban expulsarlo de los lugares en que pedía limosna.
Cuando comenzó a escribir el libro, pese a su poca habilidad y sus faltas de ortografía, su vida pasó a ser pura alternancia: algunos días escribía, otros estiraba la mano para recibir monedas.
Hoy vive cómodo y le cuesta asimilarlo. Lo entrevistan en diarios, en la radio y en la televisión. Y quiere redoblar la apuesta y escribir una obra de teatro sobre sus días en la calle. Está convencido de que las palabras pueden salvar vidas. "Si no hubiera escrito el libro, seguramente yo también habría muerto en la calle".

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