¿Qué hacer cuando dejan de comer?

alimentación (horizontal-x3)Por Mildred Rivera Marrero/ Elnuevodia.com La comida es combustible para nuestra sobrevivencia. Pero, en nuestra cultura también la compartimos como muestra de hospitalidad a un recién llegado, de solidaridad y cariño a un amigo, de compromiso hacia los seres queridos y para sellar la celebración de momentos importantes.

Por eso es tan angustioso para familiares y amigos cuando una persona deja de alimentarse como resultado de una enfermedad o evento de salud, como el Alzheimer y otras demencias, tumores cerebrales o un accidente cerebrovascular. “Las personas que tienen enfermedades neurológicas pueden tener neurodisfagia, que es la alteración del reflejo de tragar debido a cambios en las estructuras cerebrales que manejan ese reflejo”, explica el geriatra Walter Rosich.
En ese momento, la respuesta médica es la alimentación asistida, que puede ser por un tubo que vaya de la nariz al estómago y que puede utilizar cuando es por un tiempo corto. Mientras, que lo más común cuando se espera que la situación ocurra por tiempo indefinido es colocar un tubo que va directo el estómago, conocido como sonda de gastrostomía endoscópica percutánea (PEG). Por el desarrollo natural de la enfermedad de Alzheimer, es una intervención común en personas que se encuentran en etapas bien avanzadas de la misma. Pero, antes de tomar la decisión, es importante conocer la naturaleza de dicha intervención, los beneficios y los riesgos. 
La internista geriatra Vannesa Sepúlveda explica que en personas con Alzheimer u otras condiciones neurológicas “si uno los estimula, siguen comiendo” y que es en etapas bien avanzadas cuando pierden completamente el reflejo de tragar. Por eso, señala, es importante que la decisión de colocar un PEG no se tome a la ligera.
“Yo, en el hospital, hago la prueba yo misma porque tengo que ver que la persona no trague. Generalmente, voy con la nutricionista. No me apresuro a tomar la decisión”, agrega. “No se le debe hacer una gastrostomía a pacientes que pudieran recuperar”, recomienda la doctora.
Parte de esa evaluación que se hace antes de colocar un tubo para alimentar al paciente es saber cómo dejó de comer. 
“En etapas avanzadas de demencia, usualmente la persona pierde la capacidad de comer gradualmente. Cada vez se hace más difícil alimentarlo, va comiendo menos bocados, tranca la quijada (bruxismo). Si pasa de la noche a la mañana, hay que descartar infecciones, estreñimiento, depresión y hay que evaluar qué medicamentos toma. Hay antisicóticos, ansiolíticos, medicamentos para dormir, para osteoporosis, para el Alzheimer y para la vejiga hiperactiva que pueden provocar pérdida de apetito”, advierte la también profesora universitaria.
Asimismo, es importante verificar si la persona tiene declaración previa de voluntad, documento en el que especifica qué tratamientos autorizaría en caso de no poder expresarse al momento de necesitarlos. Sepúlveda reconoce que muchas veces las personas no lo tienen y son sus familiares quienes deben tomar la decisión, en cuyo caso el cónyuge está en primera línea para decidir, luego siguen los hijos, hermanos y padres. 
Cuando llega el momento. Si determina que la alimentación asistida es la recomendación, Sepúlveda habla de las ventajas y desventajas del PEG, siendo el mantenimiento de la vida la ventaja obvia. Mientras que posibles infecciones, fisuras, dolor, disconformidad gástrica son parte de los riesgos.
Sepúlveda destaca que estudios epidemiológicos demuestran que la alimentación asistida no le añade años al paciente y señala que la Asociación de Alzheimer dice que no es antiético si los familiares deciden quitar hidratación y alimentación asistida cuando una persona ha prolongado su etapa terminal.  
“Si no lo queremos hacer es totalmente ético y permisible. Yo lo que he visto es que la mayoría de los familiares no pueden bregar con el asunto de que se muera de hambre. Es algo cultural”, sostiene, para luego revelar que tiene pacientes que han vivido años con una gastrostomía.
Por su parte, el doctor Walter Rosich dice que si no se le hace la gastrostomía a este tipo de paciente “es como dejarlo morir y eso, para muchas personas, es cruel. Si se va a morir, que se muera alimentado y bien cuidado. Muchas personas piensan que eso es mantenerlo vivo artificialmente, pero artificialmente hay un montón de cosas, como un marcapaso”.
Recuerda que a veces la persona recupera el reflejo de tragar luego  que se le ha colocado el PEG “en cuyo caso, se alimenta por ambas partes”. Indica que en ocasiones la interrupción en el reflejo de tragar ocurre por una inflamación en el cerebro y cuando la misma baja, la persona comienza a comer por sí misma nuevamente.
“La gastrostomía es bien eficiente y conveniente para el paciente y para el cuidador. La leche se pone en una máquina que va soltándola poco a poco y eso evita aspiraciones. Se puede tardar 12 horas y nunca se llena el estómago. El mantenimiento y el cuidado es bien sencillo”, explica Rosich sobre la alimentación enteral. También existe la modalidad sin máquina, mediante el cual la cuidadora prepara comida líquida o majada para pasarla a través del tubo.

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