El primer proyecto fue Cayalá, una localidad de 14 hectáreas rodeada por enormes muros y guardias privados. Sus arquitectos prevén construir en otras 335 hectáreas. La ciudad de Cayalá, ubicada apenas a 11 kilómetros de Guatemala capital, es el primer proyecto urbanístico y de viviendas que apunta a la clase alta del país centroamericano: una pequeña localidad de arquitectura colonial rodeada por muros blancos y custodiada por guardias privados.
Los constructores del Paseo Cayalá dicen que durante la próxima década esperan construir proyectos similares en otras 335 hectáreas. Manifiestan expectativa respecto a las ventas, que aumentan de forma directamente proporcional al crecimiento de los índices delictivos. Con este video presentaron el proyecto a la población:
Los precios de las viviendas, según explica el Cayalá Management Group, van de los US$ 260.000 a los US$ 800.000 dólares y el salario promedio en Guatemala es de US$ 300 al mes.
Cayalá ocupa 14 hectáreas y tardó un año en terminar de ser levantada: muros adentro hay departamentos, boutiques caras, parques, una iglesia, clubes nocturnos y restaurantes. Los agentes de seguridad privada recorren el lugar montados en pequeños vehículos a motor y, para acceder a la ciudad, primero hay que pasar por un gran estacionamiento subterráneo.
Pablo Godoy, uno de los 25 arquitectos que trabajaron en Cayalá, dijo que es el primer proyecto de Guatemala que respeta las normas del Nuevo Urbanismo, un movimiento que promueve la creación de barrios por donde se pueda caminar, con una variedad de viviendas y comercios.
"Para mí, Cayalá le brinda una nueva oportunidad al guatemalteco sin el miedo de fracasar frente la violencia", dijo Diego Algara, director general de una empresa que es dueña de dos restaurantes y una de las discotecas más exclusivas de Guatemala. "Yo me mudé aquí por la conveniencia y porque no me siento seguro en otras partes de la ciudad".
Por otro lado, quienes se oponen al proyecto aseguran que es "un duro golpe para las esperanzas de mejorar una ciudad marcada por la pobreza, la delincuencia y la criminalidad, pues si los ricos se van a las afueras, disminuirán los incentivos para hacer algo".
"No podemos creer que un proyecto que es así de rígido, controlado y elitista es un espacio público que le brinda algo a la ciudad cuando no es así", señaló Alejandro Biguria, arquitecto que ha trabajado extensamente en la rehabilitación de espacios en el centro histórico de la capital. "Para ser verdaderamente una ciudad tiene que tener una diversidad socioeconómica y cultural".
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Fuente: AP
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