¿Qué comen los niños?

Descubre el resultado de un experimento para dejarlos escoger a sus anchas y sin dirección
Por Camile Roldán Soto /elnuevodia.com

Donas, paletas, papitas fritas, nuggets, uvas, guineos y yogur. Colócalos sobre la mesa y deja que los niños escojan lo que desean comer. La regla del juego es cero restricción. ¿Qué crees que ocurriría?
Contestar esta pregunta fue el experimento que realizó la cadena de restaurantes Subway para determinar cuan importante es el que los padres ofrezcan guías para enseñar a sus hijos buenos hábitos de alimentación. La premisa forma parte de la campaña de concienciación sobre la obesidad infantil, una epidemia que avanza sin control en Puerto Rico.
Se estima que 30% de la población menor de edad aquí está sobrepeso, uno de los principales factores de riesgo para desarrollar condiciones como diabetes, alta presión o colesterol elevado. Los datos del Departamento de Salud también reflejan que el 80% de estos menores se convertirán en adultos obesos.
Para llevar a cabo el experimento, se seleccionó al azar un grupo de niños y niñas de 6 a 8 años de edad. Ni ellos ni sus madres tenían idea de lo que harían en la reunión en la cual aceptaron participar a cambio de un incentivo.
Una moderadora guió a los pequeños en diferentes ejercicios destinados a explorar su relación con los alimentos. El primero, fue decir la primera palabra que les viniera a la mente tras la mención de otra palabra.
- “Comida fea”, dijo la moderadora.
- “¡Ensalada!” , ripostó un niño.
- “Zanahoria”, intentó una vez más la moderadora.
- “¡Desastrosa!, contestó otro menor.
Luego, la guía invitó a los niños a comer de una “caja sorpresa”. Los participantes que obtuvieron dulces reaccionaron emocionados, reían y cantaban victoria. Mientras, los que sacaron guineos, zanahorias o yogur resultaron decepcionados.
“Qué asco”, dijo una de las niñas cuando se le pidió una reacción sobre la zanahoria, aunque luego confesó que nunca la había probado.
“Yo soy feliz con lo que sea. Siempre y cuando no sean vegetales”, expresó otro menor, que obtuvo un yogur.
La moderadora pasó entonces a destapar una larga mesa repleta de distintos alimentos. Había dulces de repostería, uvas, guineos, hamburguesas, nuggets, papitas fritas, chocolates, helado, tomates y otra variedad de productos.
Se le entregaron a los niños dos bolsas. Debían distribuir en ellas los alimentos en dos categorías: me gusta y no me gusta.
La selección repitió el resultado de anteriores ejercicios. Los menores descartaron tomates, uvas, guineos, lechuga, yogur y otros alimentos de buen valor nutricional. Prefirieron exclusivamente las harinas refinadas, fritas o cargadas de azúcar.
Y mamá ¿qué diría?
Finalizado el escogido de alimentos, los menores estaban más que dispuestos a probarlo todo. Desesperados, podría decirse. Pero, no se les permitió hacerlo hasta contestar cuál sería la reacción de sus madres si ellos llegaran a sus casas dispuestos con sus bolsas de golosinas y frituras.
- “Mmm. Qué rico”, dijo uno.
- “Rico, rico”, repitió otro.
- “Es mucha azúcar”, indicó otra participante.
Solo dos de los participantes comentaron que sus madres no estarían de acuerdo en que consumieran la comida. La mayoría dijo que consumía comida rápida más de dos veces en semana, así como dulces y jugos con alto contenido de azúcar. La minoría explicó que en sus casas sólo les permitían comer los alimentos poco saludables en cantidad limitada, a veces o en fechas especiales.

Habla la nutricionista
La dinámica con los niños fue observada por la nutricionista Daina Vega. El comportamiento de los menores no le sorprendió, pues coincide con lo que observa en su práctica, cuando llegan los padres a buscar ayuda porque sus hijos están en sobrepeso y enfrentan padecimientos de salud. La mayoría, mantienen hábitos alimentarios muy pobres, pues es lo que se les ha enseñado en casa.
“Todos prefirieron nuggets, lo cual quiere decir que van a menudo a los fast foods”, comentó la nutricionista, quien tiene pacientes menor de edad que ya padecen condiciones como diabetes y presión alta.
Lo cierto es que tanto niños como adultos disfrutan de los dulces y otras comidas de alto valor calórico. Y no es que estos no puedan comerse con moderación. El problema, a juicio de Vega, es la falta de balance.
Muchas familias han perdido de vista la necesidad de incorporar a su estilo de vida el hábito de comer alimentos altos en vitaminas, minerales, fibra y otros componentes importantes para una buena salud.
Se han acostumbrado a consumir comida rápida o procesada varias veces en semana y a comer demasiados productos altos en grasas, sodio y azúcar.
A los niños, destaca la nutricionista, hay que educarlos desde temprano. A medida que el tiempo pasa es más difícil que adquieran la costumbre.
“Son los padres los que compran y preparan los alimentos. Los que establecen horarios de comida y van al supermercado”, enfatiza Vega.
Recomienda enseñarles a limitar el consumo de los alimentos con poco valor nutricional y preferir la comida hecha en casa, los vegetales y las frutas. También deben evitarse los refrescos. El agua y las bebidas con 100% jugo (estas en cantidades limitadas) son mejor opción.

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