José Miguel Class asegura que sigue siendo el gallito

El cantante se recupera de la crisis que le afectó el corazón mientras espera por un trasplante de riñón
Class está agradecido de todo lo que Dios le ha dado en la vida.
Por Patricia Vargas Casiano /elnuevodia.com
Nació campo dentro, en la colindancia entre Manatí y Ciales, (barrio Pugnado). Es el menor de 10 hijos y tras morir su madre, María Ponce, cuando él tenía tan solo seis años, vivió en la pobreza, al extremo de que dependía de la generosidad de los demás para comer.
A los 9 años, José Miguel Class, mejor conocido como “El Gallito de Manatí”, se hizo cantante por vocación y por necesidad. Logró fama internacional y cuenta con una carrera de más de medio siglo, que se compone de casi 200 discos, su propio programa de televisión y una película que lo catapultó al estrellato, “Yo soy el gallo”.
Aunque José Miguel no quedó millonario, como tantos artistas de la época, siempre supo que su verdadera fortuna está en el espíritu y en el cariño de todo ese público que hasta hoy le sigue mimando.
“Cuando mi mamá murió, mi papá (Leoncio Class) nos sacó del campo donde nacieron todos mis hermanos y nos trajo para San Juan, ya quedamos solo cuatro. Mi hermano mayor nos llevó a vivir a El Fanguito (en el sector de La Colectora en Santurce). Era un ambiente bonito aunque de una pobreza muy grande. No había trabajo, mi papá era mayor y estábamos al amparo de lo que nos diera mi hermano y de la comida que nos daban los vecinos”, recordó el artista.

¿Cómo inicias tu carrera de cantante?
Cantaba desde los cuatro años, mi papá me enseñó a cantar música jíbara y, a los 9 años, empecé a cantar gratis en un programa de radio, ‘El pitirre de Hato Rey’ (en WITA Radio El Imparcial). La gente me decía el niño ídolo. Me acuerdo que caminaba a pie de la 23 a San Juan todos los días. Unas veces sin comer, otras veces comía algo que nos daban. Yo era trovador, improvisaba, y gané un concurso de música típica acompañado por mi vecino Wichie en la guitarra, y fue el público el que me bautizó con el nombre de ‘El gallito de Manatí’, a través de cartas que mandaban.

¿Sacas entonces a tu padre y hermanos de la pobreza?
Pasaron años y mientras cantaba vendía maní y chinas frente al Teatro Delicias y el Teatro Oriente de Santurce, hasta que grabé mi primer disco. Eran los años 40 y fui ganando dinero pero no era nada exorbitante, $100, $200, $300, como a 10 pesos por presentación, y los junté para comprar una casita más abajo en El Fanguito, donde me fui con papá y mi hermano Toño porque ya los demás se habían casado y se habían ido.

¿Cómo empiezas a cantar rancheras?
Estaba en Nueva York en un show con Águila Negra, un cantante mexicano de rancheras y él era la estrella. Entonces le dije a Yomo Toro, que montáramos un numerito ranchero a ver si al público le gustaba, era ‘Cuatro balazos’, y ese teatro se quería caer. En ese momento se me zafó: ‘mamacita aquí está tu gallo soltero y sin compromiso’ y hay nació la frase. Lo demás es historia.

¿Cuando grabas tu primer disco?
En 1954 y gané $500. Pero cuando llegué de un viaje a Nueva York, mi primera esposa Felícita García, madre de mi hijo mayor José Miguel, alquiló un apartamento en Trujillo Alto y se gastó parte del dinero. Le dije: ‘en esa pobreza soy feliz’, pero ella insistió que ahí iba a estar mejor.

¿Qué pasó con ese matrimonio?
Siguieron pasando los años, viajaba mucho, me fui a trabajar a México y me enamoré por allá de una muchacha que trabajaba en el hotel en el que yo actuaba. Me quedé como cuatro años allá, había muchas tentaciones y nos divorciamos.

¿Cómo fue tu vida en México
Maravilloso, trabajé con Luis Aguilar y Antonio Aguilar, Flor Silvestre, Joaquín Soler, este muchacho que murió de cáncer hace poco, Julio Alemán, éramos grandes amigos. Cuando llegué a México conocí a grandes figuras, pero siempre recuerdo a un muchacho que estaba cantando en un antro y se hizo muy amigo mío, y me invitó a cantar con él, ese muchacho era Vicente Fernández. Era flaquito con una voz muy bonita y le gustaba como yo cantaba y hacíamos dúo en la Zona Rosa y en la Plaza Garibaldi.
¿Se volvieron a encontrar?
Pasaron unos 15 años, cuando un día yo bajaba por la calle Cerra, donde estaban todas las casas de discos en la Parada 15, y veo a aquel muchacho y lo llamo, era Vicente y nos saludamos con mucho cariño. Hablamos, me autografió un LP suyo que tengo de recuerdo, pero se iba temprano al otro día y no nos volvimos a ver más. Nos dimos nuestros respectivos números de teléfono. Él ya estaba mayor.

¿Trabajaste en cine en México?
Me habían contratado para hacer tres películas, pero no pude porque me enfermé del estómago de tal manera que tuve que regresar a Puerto Rico. Me sustituyó Miguel Ángel Álvarez. Y cuando llegué acá en 1971 hice ‘Yo soy el gallo’.

Por nueve años tuviste tu programa de televisión “Yo soy el gallo” con una gran audiencia. ¿Cual fue la razón por la que salió del aire?
Tal fue así que estuvimos tres años número uno por encima de Iris Chacón, que estaba en el mismo canal, y no había quién la superara y de ‘Jaja, jiji, jojo, con Agrelot’. Pero lamentablemente murió don Rafael Pérez Perry y aunque Carmen Juncos siguió bregando llegó el momento en que no se pudo más y el canal se fue a quiebra. Seguí trabajando con Paquito Cordero en Telemundo y en WAPA con Luis Vigoreaux y viajando a Colombia y Estados Unidos a cantar.

¿Es Tito Rojas el gallo?
El nombre está registrado desde el 1972 cuando hice la película ‘Yo soy el gallo’. Tito me pidió permiso para usarlo, pero el dueño es Rafy Cartagena de Combo Records que fue el que produjo el disco. Yo sigo siendo el Gallito, pero todo el mundo me empezó a llamar el gallo, pero donde quiera que me tiren voy.

¿Eres un gago selectivo?
Sí, cuando me entrevista alguien con quien no tengo confianza gagueo más. Cuando tenía cuatro años mi papá vio que yo no hablaba bien y me llevó a un médico. Me acuerdo que fuimos caminando y era lejísimo. El doctor le dijo que tenía un frenillo y que él podía arreglarlo, pero que le iba a costar cinco pesos. Pero mi papá solo tenía una peseta en el bolsillo y le dijo al doctor: “déjelo así que el nene se escucha de lo más bonito con ese tartamudeo”.

¿Tomabas alcohol?
Sí, mucho, en especial en México, el tequila, después vodka, pero eso era cosa de juventud.
¿Y drogas?
Nunca, pero vi a artistas que se metían drogas frente a mí, grandes figuras del pasado que estaban en ese momento pegados, y me decían, ‘perdona pero es que necesito esto’ y sacaban la jeringuilla. Yo tranquilo los observaba, me respetaban, los veía con pena pero, ¿qué iba a hacer? ese era su mundo, muchos murieron”.

¿Eras mujeriego?
Sí. Cuando conocí a mi esposa Dony Nazario en el 1971 le dije ‘soy un hombre mujeriego, quizá algún día cambie’. Le llevaba 13 años, ella tenía 19, y me respondió que no le importaba que se quería casar conmigo y me dio siete meses para conocernos y casarnos. Yo estaba dispuesto inmediatamente porque me enamoré de ella y no solo por lo bonita que era sino por lo buena. Nos casamos hace 40 años y fui cambiando. Dios me bendijo con esa mujer.

¿Cuántos hijos tienes?
Seis. José Miguel, de mi primera esposa y que tiene 53 años. De este matrimonio tengo a Mariadoni, de 38, y José Carlos, de 37. Fuera del matrimonio están Mayra Ivelisse, de 40, y los gemelos Leoncio Miguel y José, que viven en Nueva York, de 37 años. Ya tengo 10 nietos.

En este momento luchas con un complicado cuadro renal y eres candidato a un trasplante de riñón, ¿qué le pides a la vida?
Lo que la vida quiera darme, porque Dios me ha dado todo y la vida es Dios y sin Él no hay nada. Conozco La Biblia porque estudié con los Testigos de Jehová. Aprendí mucho de todas las religiones y me quedé con Jehová.

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