Su mejor amigo le dice que acaba de quedar cesante, pero que, por favor, lo mantenga en secreto, porque no quiere preocupar a su mujer. Usted acepta la confidencia, pero comienza a sentirse incómodo cada vez que enfrenta al círculo cercano de su amigo. No es culpabilidad por sentirse mentiroso, sino una sensación de agobio emocional tan grande, derivada de rumiar una y otra vez lo mismo, sin poder transmitirlo a otras personas, que se parece bastante a la de estar cargando un saco de cemento.
¿Raro? Para nada. Guardar secretos cansa y a todos nos pasa algo semejante. Así, al menos, lo asegura una reciente investigación, realizada por especialistas de las universidades de Tufts, Wake Forest, Columbia y Stanford (EE.UU.). Los investigadores realizaron cuatro estudios diferentes y gracias a ellos llegaron a la conclusión de que el cansancio mental de guardar un secreto puede ser tan grande, que incluso se manifiesta físicamente. La evidencia fue clara: las personas que guardan secretos perciben como más difícil de lo normal una serie de tareas cotidianas, un claro síntoma de cansancio corporal.
Por supuesto, no estamos hablando de cualquier secreto. No son los pequeños los que nos agotan, sino los que consideramos importantes. En uno de los estudios, se le pidió a un grupo de personas que pensara en un pequeño secreto y a otro, en uno relevante. Luego se les enfrentó a la fotografía de una colina que, potencialmente, tendrían que escalar. Las primeras consideraron que la pendiente del cerro era de 33 grados, mientras que las atribuladas por el peso del secreto consideraron que era de 46 grados, o sea, mucho más empinada.
En un segundo experimento, se les pidió a ambos grupos lanzar un objeto hacia un determinado punto. Quienes pensaron en grandes secretos vieron afectadas sus capacidades de coordinación, por lo que fallaron mucho más que las de la otra sección.
Pero hubo otras conclusiones. Las personas que cargan con secretos cruciales también pierden la capacidad de ayudar a otros cuando lo necesitan, o sea, disminuyen considerablemente su nivel de empatía. Esto, porque al estar tan agobiadas, comienzan a pensar más en sí mismas que en el resto.
El culpable de la pérdida de concentración -en una tarea o en los demás- es el estrés profundo al que nos somete guardar un secreto. Según esta investigación, ocultar eventos altera nuestra atención y no nos permite focalizarnos plenamente. Por otra parte, nos tensiona al punto, según sostiene David Eagleman, autor del libro Incógnito: Las vidas secretas del cerebro, de aumentar la producción de cortisol, conocida por ser la hormona del estrés y por afectar los niveles de preocupación por otras personas.
Así lo prueban otras investigaciones, como una de la Universidad San José, en California, que demostró que cuando un grupo de personas meditaba durante ocho semanas lograba disminuir sus niveles de estrés, lo que, a la vez, aumentaba los de empatía. Otro estudio, de 2011, publicado en la revista Academic Medicine, concluyó que los estudiantes de Medicina disminuyen esta capacidad al comenzar la residencia médica, que es cuando se inicia el período de mayor presión para ellos.
El sicólogo de la Fundación Vínculos, Marco Antonio Campos, concuerda plenamente con los resultados de esta investigación, ya que está demostrado que la experiencia emocional del estrés tiene consecuencias sobre la sensación física: "Yo me doy cuenta en la consulta, cuando las personas, en las primeras sesiones, cuentan algo que llevan guardado por mucho tiempo y dicen que sienten que ’se han sacado un peso de encima’".
El especialista plantea que la razón de este agobio, a pesar de que el secreto no sea nuestro, está en la forma que tenemos los seres humanos de deshacernos del estrés. Según Campos, "cada vez que tenemos una experiencia emocional, ésta produce una determinada reacción, que procesamos hablando con otras personas. Cuando alguien tiene un accidente, habla del accidente a cada rato". Necesitamos imperiosamente comunicar la experiencia, y es por eso que el especialista cree que los secretos raramente existen.
Lo mismo confirman otros estudios. Una encuesta inglesa concluyó que las mujeres no son capaces de guardar un secreto por más de 48 horas y un estudio de la experta en comunicación de la Universidad de Texas-Austin, Anita Vangelisti, señala que sólo un 10% de las personas es capaz de mantener un secreto para siempre. Es lo más sano: al deshacerse de lo que lo tensiona, nuestro cuerpo recupera su equilibrio, librándose del exceso de cortisol. Pero, claro, nadie quiere quedar de soplón. Frente a este dilema, Marco Antonio Campos entrega una buena estrategia: escriba el secreto en un papel y luego quémelo.
Por Jennifer Abate C.
Fuente: http://diario.latercera.com/2012/03/24/01/contenido/tendencias/26-104462-9-guardar-un-secreto-pesa-de-verdad-sobre-los-hombros.shtml
¿Raro? Para nada. Guardar secretos cansa y a todos nos pasa algo semejante. Así, al menos, lo asegura una reciente investigación, realizada por especialistas de las universidades de Tufts, Wake Forest, Columbia y Stanford (EE.UU.). Los investigadores realizaron cuatro estudios diferentes y gracias a ellos llegaron a la conclusión de que el cansancio mental de guardar un secreto puede ser tan grande, que incluso se manifiesta físicamente. La evidencia fue clara: las personas que guardan secretos perciben como más difícil de lo normal una serie de tareas cotidianas, un claro síntoma de cansancio corporal.
Por supuesto, no estamos hablando de cualquier secreto. No son los pequeños los que nos agotan, sino los que consideramos importantes. En uno de los estudios, se le pidió a un grupo de personas que pensara en un pequeño secreto y a otro, en uno relevante. Luego se les enfrentó a la fotografía de una colina que, potencialmente, tendrían que escalar. Las primeras consideraron que la pendiente del cerro era de 33 grados, mientras que las atribuladas por el peso del secreto consideraron que era de 46 grados, o sea, mucho más empinada.
En un segundo experimento, se les pidió a ambos grupos lanzar un objeto hacia un determinado punto. Quienes pensaron en grandes secretos vieron afectadas sus capacidades de coordinación, por lo que fallaron mucho más que las de la otra sección.
Pero hubo otras conclusiones. Las personas que cargan con secretos cruciales también pierden la capacidad de ayudar a otros cuando lo necesitan, o sea, disminuyen considerablemente su nivel de empatía. Esto, porque al estar tan agobiadas, comienzan a pensar más en sí mismas que en el resto.
El culpable de la pérdida de concentración -en una tarea o en los demás- es el estrés profundo al que nos somete guardar un secreto. Según esta investigación, ocultar eventos altera nuestra atención y no nos permite focalizarnos plenamente. Por otra parte, nos tensiona al punto, según sostiene David Eagleman, autor del libro Incógnito: Las vidas secretas del cerebro, de aumentar la producción de cortisol, conocida por ser la hormona del estrés y por afectar los niveles de preocupación por otras personas.
Así lo prueban otras investigaciones, como una de la Universidad San José, en California, que demostró que cuando un grupo de personas meditaba durante ocho semanas lograba disminuir sus niveles de estrés, lo que, a la vez, aumentaba los de empatía. Otro estudio, de 2011, publicado en la revista Academic Medicine, concluyó que los estudiantes de Medicina disminuyen esta capacidad al comenzar la residencia médica, que es cuando se inicia el período de mayor presión para ellos.
El sicólogo de la Fundación Vínculos, Marco Antonio Campos, concuerda plenamente con los resultados de esta investigación, ya que está demostrado que la experiencia emocional del estrés tiene consecuencias sobre la sensación física: "Yo me doy cuenta en la consulta, cuando las personas, en las primeras sesiones, cuentan algo que llevan guardado por mucho tiempo y dicen que sienten que ’se han sacado un peso de encima’".
El especialista plantea que la razón de este agobio, a pesar de que el secreto no sea nuestro, está en la forma que tenemos los seres humanos de deshacernos del estrés. Según Campos, "cada vez que tenemos una experiencia emocional, ésta produce una determinada reacción, que procesamos hablando con otras personas. Cuando alguien tiene un accidente, habla del accidente a cada rato". Necesitamos imperiosamente comunicar la experiencia, y es por eso que el especialista cree que los secretos raramente existen.
Lo mismo confirman otros estudios. Una encuesta inglesa concluyó que las mujeres no son capaces de guardar un secreto por más de 48 horas y un estudio de la experta en comunicación de la Universidad de Texas-Austin, Anita Vangelisti, señala que sólo un 10% de las personas es capaz de mantener un secreto para siempre. Es lo más sano: al deshacerse de lo que lo tensiona, nuestro cuerpo recupera su equilibrio, librándose del exceso de cortisol. Pero, claro, nadie quiere quedar de soplón. Frente a este dilema, Marco Antonio Campos entrega una buena estrategia: escriba el secreto en un papel y luego quémelo.
Por Jennifer Abate C.
Fuente: http://diario.latercera.com/2012/03/24/01/contenido/tendencias/26-104462-9-guardar-un-secreto-pesa-de-verdad-sobre-los-hombros.shtml

