a que se quede atascado”, recuerda Rachel, que prefiere usar seudónimo por motivos de privacidad. “Fue como: ’Espera, ¿qué?”.
La doctora le hizo un corte en la pared vaginal, mientras Rachel chillaba entre la confusión y el dolor. Sintió de todo. En ese momento, el efecto de la epidural que le habían puesto horas antes ya había desaparecido.
Después de que Rachel diera a luz a una niña, su ginecóloga le dio unos puntos de sutura. Rachel no notaba mucho el dolor llegados a ese punto, distraída por el bebé de 4,2 kilos que intentaba agarrársele al pecho.
Pero los siguientes días y semanas sí lo sintió. De hecho, no dejó de sentirlo. Orinar le quemaba tanto que Rachel lloraba cada vez que iba al baño y tenía que echarse espray para el dolor en la vagina. Sentarse resultaba atroz. Después de cinco meses, las cosas volvieron relativamente a la normalidad. Pero estuvo un año entero sintiendo dolor cada vez que mantenía relaciones sexuales con su marido.
Durante décadas, los ginecólogos han practicado episiotomías de forma rutinaria en cada parto, cortando el tejido entre la apertura vaginal y el ano para dar más espacio a los bebés al salir. Los médicos creían que cortar a las mujeres las libraba de sufrir desgarros más serios en el futuro, y que además las ayudaba con el parto. Al ejercer ese tipo de control sobre los desgarros, también creían que daban al suelo pélvico de la mujer más facilidades para lograr una completa recuperación.
Pero nada de esto era cierto en realidad. Aunque la episiotomía puede tener sentido en casos en los que el hombro del bebé está encajado detrás del hueso pélvico de la madre, por ejemplo, o cuando hay que utilizar ventosa o fórceps, los médicos al final se dieron cuenta de que no había pruebas que demostraran que ayudara al parto en general. El cuerpo de la mujer ya está de por sí lo suficientemente adaptado para dar a luz y, la mayoría de las veces, no es necesario cortar la pared vaginal para facilitar el proceso.
Por tanto, hace 15 años, el American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) actualizó sus directrices, señalando por primera vez que no se recomendaba practicar episiotomías.
Desde entonces, los datos disponibles más fiables sugieren que el porcentaje de episiotomías ha descendido mucho en Estados Unidos. En 2000, el 33% de los partos vaginales incluía episiotomía. En 2012, la cifra era más cercana al 12%. Pero hay diferencias significativas entre las personas a las que se les practica. Por ejemplo, un estudio de 2015 descubrió que las mujeres blancas eran más propensas a ser sometidas a episiotomías que las negras.
En España, en cambio, las cifras son mucho más altas. Según una encuesta realizada por la Sección de Medicina Perinatal de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), en 2006 la tasa de episiotomía en el parto normal fue del 54,08% y en los partos instrumentales (con fórceps, ventosa, etcétera), del 92,62%.
La imagen que sugieren los datos es que la episiotomía es mucho menos habitual que hace décadas, pero sigue ocurriendo. ¿Demasiado a menudo? ¿Sólo cuando es necesario? Con tan pocos datos y sin saber cuál sería el porcentaje ideal, es difícil responder a estas preguntas. Muchas veces, la experiencia de una mujer está totalmente conformada por el profesional que la ha tratado y el centro donde da a luz.
Historias como la de Rachel sugieren, sin embargo, que hay ginecólogos que siguen practicando episiotomías de forma rutinaria.
“Como paciente, quieres tener conversaciones honestas con tus médicos”, señala Barbara Levy, vicepresidenta de políticas sanitarias de ACOG. “¿En qué circunstancias se puede practicar una episiotomía? ¿Tendré la posibilidad de tomar esa decisión con los médicos? ¿En qué circunstancias se consideraría una situación de urgencia en la que se llevaría a cabo sin mi consentimiento?”. Las mujeres deberían pedir información a sus médicos sobre la tasa habitual de episiotomías, del mismo modo que se pregunta el porcentaje de cesáreas, recomienda la experta.
Porque esto no es cuestión de que la episiotomía sea mala y que dejar que la mujer se desgarre de forma natural sea bueno.
En algunos casos, una episiotomía con parto con fórceps puede evitar una cesárea, y puede ser una decisión que la mujer y el médico tomen juntos en ese momento, en función de las circunstancias particulares y de los deseos de la paciente, apunta Levy. Otras veces, como cuanto el hombro del bebé está atascado, el médico puede tomar la decisión de practicar una episiotomía al instante y sin pedir opinión. En ese caso, no sería un “tema de debate”, sino una urgencia.
Por tanto, “estas cosas deberían hablarse con antelación, y por eso es importante que la mujer tenga una buena relación con sus doctores”, recalca Levy.
Porque, como descubrió Rachel, la recuperación puede ser dura. Las heridas necesitan tiempo para curarse y, como todos los cortes, hay riesgo de infección. Las investigaciones también demuestran que la episiotomía puede incrementar el riesgo de incontinencia anal de una mujer.
“Esa es la mayor preocupación”, confirma la ginecóloga Amy Rosenman, experta en medicina pélvica. “Las mujeres pueden desarrollar problemas de esfínter y empezar a tener pérdidas de heces. Por desgracia, no hay ninguna solución buena para esto. Es algo que dura para toda la vida”.
Rosenman hace hincapié en que lo más común es que el cuerpo de la mujer se recupere lentamente en un período de varias semanas o meses. Pero incluso en el mejor de los casos, se añade una capa más de dolor y complicación al posparto, que ya de por sí es bastante intenso.
En una revisión con su ginecobstetra, Rachel sacó a relucir su episiotomía y lo dolorosa que le estaba resultando la recuperación.
“Básicamente, me dijo: ’Vivirás y se curará”, cuenta Rachel. “Y tenía razón. He sobrevivido y se ha curado. Pero fue traumático”.
Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/episiotomias-mujeres-parto_es_5d0a4af9e4b0e560b70cc035?utm_hp_ref=es-homepage
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