Por El Mercurio / GDA/ Así lo demostró una investigación realizada por la Universidad de Bonn con 15 mujeres e igual número de hombres, todos ellos con un promedio de edad de 30 años.
La prueba se realizó mientras los voluntarios se sometían a una resonancia magnética cerebral, durante la cual en una pantalla se exhibió el precio del vino a probar, para luego darle un sorbo. Luego, la persona calificaba, en una escala del uno al nueve, cuánto le había gustado, desde "nada" hasta "mucho". Asimismo, describía el sabor con una escala similar, desde "ordinario" a "extraordinario".
Tras esto, el voluntario se enjuagaba la boca con una solución neutra y realizaba una segunda degustación del mismo vino, pero con distinto precio. Por ejemplo, una botella de vino tinto de buena calidad que en la tienda costó 12 euros (poco más de $14), se exhibía con precios de 3, 6 y 18 euros ($3.50, $7.00 y $21), en distintos momentos del experimento.
Parecido al placebo
De esta manera, se comprobó que frente a un mayor precio, aumenta la expectativa de la persona de beber un producto de buena calidad, lo que afecta el procesamiento del sabor que hace el cerebro. En la imagen de la resonancia, esto se traduce en una mayor actividad neuronal en las zonas de la corteza ligadas a los centros de la recompensa y del sabor.
Los resultados de esta investigación se publican en la revista Scientific Reports, del grupo editorial Nature.
La manera en que puede neutralizarse este efecto es que la persona, al momento de beber, se enfoque en lo que está percibiendo con su sentido del gusto y prolongue el tiempo que mantiene el vino en la boca por varios segundos.
"Sabemos que es posible entrenar a la persona para que su gusto sea menos influido por este efecto placebo que produce un mayor precio", explica el profesor Bernd Weber, quien es director del Centro de Economía y Neurociencia de la Universidad de Bonn.
En investigaciones previas y también utilizando resonancia magnética cerebral, estos investigadores concluyeron que quienes tienen un mayor volumen en las áreas del cerebro que controlan la conciencia sensorial, son menos susceptibles a este tipo de efectos.
Por otro lado, quienes tienen un mayor volumen cerebral asociado a la búsqueda de recompensas son más susceptibles a este tipo de efectos sugestivos y, por lo tanto, están más condicionados por las expectativas previas.
"Nuestro estudio es parte del neuromarketing, disciplina que busca aclarar cómo ciertos estímulos influyen en el consumidor", profesor Bernd Weber, Universidad de Bonn.
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