Por Agencia EFE Nueva York - A la gran fiesta que los demócratas habían preparado en el Javits center de Manhattan para celebrar la elección de la primera mujer presidenta de la historia de EE.UU. nunca llegó la candidata Hillary Clinton.
Fue su líder de campaña, John Podesta, el encargado de pasar el mal trago de enfrentarse a los seguidores más estoicos y fieles a Hillary y enviarlos cariñosamente a casa.
"La campaña y esta noche han sido muy largas. Así que podemos esperar un poco más", afirmó Podesta, dejando claro que Clinton no reaccionará a los resultados hasta que se conozca todo el recuento final, previsiblemente este miércoles.
Aunque esta ha sido una campaña llena de sorpresas, la victoria del candidato republicano Donald Trump no era la opción más probable ni para los seguidores de Clinton, ni para las predicciones, ni para la prensa nacional e internacional.
Clinton contaba con las encuestas de su parte y planeó una celebración a lo grande en el principal centro de convenciones de Manhattan, a orillas del Hudson, al que durante la tarde se acercaron varios miles de seguidores.
Los asistentes llegaron con la emoción de terminar la noche brindando por la primera mujer presidente de EE.UU., pero finalmente la jornada fue histórica por motivos distintos. Hacia la medianoche, numerosos seguidores de la candidata demócrata a los que el rostro había ido cambiando según avanzaba el recuento, empezaron a abandonar el lugar cabizbajos incluso antes de saberse que Clinton no hablaría con ellos esta noche.
"Sinceramente, vamos a tener un tarado como presidente. Ahora mismo preferiría vivir en cualquier otro lugar", explicó a Efe a la salida del recinto Maggie Pen, publicista, nacida y criada en Nueva York.
Para Stephanie Davies, afroamericana, pese a todo el resultado "no es sorprendente".
"Siendo honestos con nuestra historia, América tiene un historial de racismo que no podemos olvidar, siempre ha estado ahí", apuntaba la mujer, de 38 años, que también decidía volver a casa portando todavía su chapa de "Stronger Together" y una bandera de mano de EE.UU.
"Preocupado" y "aterrado" se mostró David Li, joven estudiante de matemáticas en Nueva York, que se dijo "preocupado por EE.UU. y el conjunto de la raza humana".
"Es alguien extremadamente peligroso por su punto de vista sobre muchas cosas, es alguien por ejemplo que niega el cambio climático", reflexionó.
"Estoy preocupado por mis perspectivas en este país como nacido en EE.UU., pero también por el futuro de toda la gente que ha llegado buscando aquí un futuro mejor", apuntó.
A principios de semana se habían anunciado actuaciones musicales e incluso fuegos artificiales sobre el Hudson, pero se suspendieron por motivos presupuestarios, contaron entonces los demócratas.
Sí seguía en el programa una celebración tanto dentro del edificio como fuera, a través de pantallas gigantes, con la participación de estrellas como Lady Gaga, la cineasta Lena Dunham o la actriz America Ferrara, que esperaban desde el Javits un turno que nunca llegó.
Los dos demócratas más poderosos de Nueva York, el alcalde Bill Di Blasio y el Gobernador Andrew Cuomo, llegaron a salir ante el público en las primeras horas de la larga noche, cuando el optimismo aún resistía.
Significativo fue el reclamo también de la cantante Katy Perry al voto en la costa oeste cuando los sondeos de los estados más orientales, que cerraron antes los colegios, empezaban a mostrar que la noche sería más disputada de lo previsto.
Tras el punto de inflexión que significaban estados como Pensilvania, Michigan, Wisconsin o Florida, la sala de prensa del Javits se fue vaciando de periodistas que buscaban la noticia en el lugar del ganador, el hotel Hilton donde se preparaba la celebración de Trump.
Hillary Clinton, que votó a primera hora en Chappaqua (Nueva York), su residencia, vio el conteo con su familia desde un hotel cercano al centro de convenciones.
El techo de cristal del Javits, que parecía el más adecuado dada la metáfora del momento, no solo no se rompió con la victoria para la candidata sino que pareció a última hora más opresor que nunca para los seguidores de Clinton, a la que ha ganado un candidato que ha dado múltiples pruebas de misoginia.
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