Más que una palabra, el valor de enseñar a tus hijos a ser agradecidos

El modelaje de los padres es vital para que los pequeños aprendan a ser agradecidos.
Por Camile Roldán Soto / elnuevodia.com
Es asunto de modales el dar gracias. Las recibimos y ofrecemos a diario sin detenernos necesariamente a pensar qué significa ser agradecido, más allá de juntar letras y soltar al aire una palabra.
Sin embargo, ser agradecido implica mucho más que gentileza. Un estudio de la Universidad de California realizado a principios del 2000, demostró que aquellos capaces de mantener una actitud de gratitud ante la vida logran bajar los niveles de estrés y depresión.
Otro estudio sobre prácticas para mejorar la calidad de vida incluyó la creación de tarjetas de gratitud o cartas que los participantes entregaron a una persona importante para ellos. Este sencillo acto provocó un aumento de 10 puntos en la escala utilizada por los investigadores para medir la sensación de felicidad.
Por su parte, el sicólogo Robert Emmons, descubrió en sus investigaciones que la práctica de escribir diarios de gratitud fue la que mejores efectos positivos tuvo a largo plazo entre los participantes. Tan beneficioso resultó el experimento que las personas decidieron continuar escribiendo en el cuaderno de forma cotidiana. Sencillamente, les ofrecía bienestar escribir diariamente tres cosas por las cuales se sentían agradecidos.
Emmons, quien lleva más de una década analizando el tema, asegura en su libro Thanks: How the New Science of Gratitude Can Make You Happier, que practicar gratitud aumenta la felicidad del individuo en un 25%.
Todo parece apuntar a que existe una relación entre el agradecimiento y las emociones optimistas, esas que permiten ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío, al menos la mayor parte del tiempo.
Podríamos decir entonces que el agradecimiento está vinculado a una forma de ser y de ver las circunstancias. Esa perspectiva que resulta más saludable y acertada para lidiar con los azares sutiles o graves que en algún momento a todos toca vivir.
“La gratitud está atada a otros valores como por ejemplo, la solidaridad, el amor, la honestidad y la autoestima”, plantea la consejera profesional Janet Rivera.
Para entender el efecto, quizás vale la pena pensar en opuestos. Transportarte, por ejemplo, a ese momento en el cual sentiste que un gesto o acción tuya pasaron desapercibidos por alguien. ¿Cómo se sintió?.
Ahora piensa en esa persona que constantemente se queja por la lluvia, el sol, el hambre o el trabajo. ¿Cuán agradable es estar a su alrededor?.

Se vive, se aprende
Es una tentación para todos caer en este patrón de pensamiento. Y es que nadie nace siendo agradecido. Más bien, ocurre lo contrario. Los seres humanos tendemos a dar todo por sentado. Esto incluye la salud, el amor, el techo y el trabajo. El agradecimiento es una de esas conductas que se aprende y mientras más temprano, mejor.
En los niños muy pequeños, hasta alrededor de los 3 o 4 años, el egocentrismo es un rasgo común que se supera a medida que avanza el crecimiento. Pero no hay que perder de vista que para que esto ocurra, el rol de los padres es fundamental.
“Los niños aprenden a través del estímulo y la motivación. Si no les enseñamos en qué consiste el agradecimiento, no lo entenderán”, comenta Rivera.
A menudo, la consejera conversa con padres frustrados por lo malagradecidos que perciben a sus hijos. Es entonces cuando comienzan con ellos a explorar el porqué. Les pregunta qué actividades lleva a cabo la familia para promover el valor de la palabra gracias.
Como resultado, se da cuenta de que muchas veces, sin querer, los padres excluyen a sus hijos de oportunidades para observar y entender los actos de gratitud.
La doctora en consejería clínica, Monsita Nazario, observa que un error común que cometen los mayores, y obstaculiza el proceso de aprender a ser agradecido, es confundir las fronteras de la relación con sus hijos. Quieren convertirse en sus mejores amigos y a cuenta de ello, descuidan su rol de cuidadores.
“No siempre se puede estar de buenas con los hijos. Hay que estar dispuesto a decirles las cosas que no quieren escuchar y enseñarles dónde están los límites”, enfatiza la consejera, con casi dos décadas de experiencia.
Eventualmente, los niños a quienes no aprendieron a reconocer límites y tolerar frustraciones tendrán dificultades serias en sus relaciones con los demás.
“Empezamos a crear seres humanos insensibles, egoístas, con una terrible falta de humildad, que es la capacidad de reconocer quién eres con tus fortalezas y debilidades. Estos niños crecen y piensan que lo merecen todo, que son autosuficientes”, recalca Nazario.

Los ritos son importantes
Para evitar que esto ocurra, las profesionales recomiendan hacer partícipes a los chicos de los momentos de agradecimiento. Si es posible, también explicarles el cómo y el porqué. Hacer un dibujo, escribir su firma o colaborar con ideas para el mensaje en una tarjeta son maneras sencillas de comenzar a incluirlos.
“Todo lo que modelamos es estilo de vida”, recuerda Nazario.
Por eso, recomienda a los padres comenzar por el ejemplo. Esto incluye enseñarlos a valorar los esfuerzos que mamá, papá y otras personas que les rodean hacen por su bienestar. No menos importante, implica también el agradecimiento de los padres hacia sus hijos.
“De esta manera ellos van a estimar el beneficio de sus acciones, la recompensa del agradecimiento”, dice Rivera.
Fundamental para ambas consejeras es crear la conciencia de apreciar, más allá de los bienes materiales, lo intangible. Que sepan agradecer el tiempo, los ratos amenos, el compartir con seres queridos, la naturaleza, la salud e incluso las lecciones menos agradables de la vida, porque estás constituyen oportunidades de aprendizaje.
Tere Carrión está consciente de ello. Considera muy importante que su hija valore los privilegios que disfruta.
“Lo traigo a su atención cada vez que puedo, al explicarle que somos bendecidas por las cosas que tenemos, que no todo el mundo tiene. Que debemos dar gracias todos los días por nuestra salud, porque tenemos una familia y muchas amistades que nos quieren y nos apoyan, porque Dios nos escogió la una para la otra a través de la adopción, y porque vamos a estar juntas para toda la vida”, cuenta la mamá, quien mantiene la práctica de dar gracias al rezar en las noches.
También le explica a su hija Mariana, de siete años, “que las personas no tienen que hacer lo que hacen por nosotras, así que se merecen nuestro agradecimiento y el decirle un simple gracias puede hacer una gran diferencia”.
Incluir en la rutina diaria un momento para dar gracias- antes de la comida, al despertar o en las noches- es también una forma de enseñar gratitud. Seguramente, coinciden las expertas, tus hijos lo agradecerán.

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