Por El Tiempo / GDA No es necesario poner cara de felicidad o fruncir el ceño para mostrar que se está contento o enojado. Aparte de los músculos faciales, hay otro detalle capaz de revelar qué pasa por la cabeza de una persona: cada emoción se asocia a leves cambios de color en la cara.
De hecho, es posible identificar de manera correcta –hasta el 75 por ciento de las veces– los sentimientos de otros basándose solo en sutiles cambios en el flujo sanguíneo alrededor de la nariz, las cejas, la frente, las mejillas o el mentón.
“Todos (incluidos los científicos) asumen que las expresiones faciales son producidas por cambios en los músculos faciales. Pero hemos identificado patrones de color que son únicos para cada emoción”, afirma Aleix Martínez, científico y profesor de ingeniería eléctrica e informática de la Universidad Estatal de Ohio. Martínez es autor de un estudio publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS) en el que identificaron una conexión entre el sistema nervioso central y la expresión de emociones en la cara.
“Cuando uno experimenta una emoción, el cuerpo libera hormonas que cambian el flujo y la composición de la sangre. Como en ningún otro lugar del cuerpo hay tantos vasos sanguíneos en la superficie de la piel como en la cara, eso resulta en cambios en el color facial”. Un hallazgo que, a su juicio, aporta antecedentes sobre la evolución humana: dado que la cara de los otros primates está cubierta de pelo, es probable que el humano sea el único que tiene esta capacidad.
Usando cientos de imágenes de expresiones faciales, Martínez y sus colegas las separaron según diferentes canales a través de los cuales el ojo humano ve los colores: rojo y verde o amarillo y azul. Mediante un algoritmo computacional, descubrieron que cada emoción tiene un patrón único de color. Independiente del género, la raza o el color de piel, todo el mundo desarrolla los mismos patrones para las mismas emociones.
Luego, con el propósito de comprobar si solo los colores podían transmitir emociones –sin sonrisas o ceños fruncidos que los acompañen–, los investigadores superpusieron los diferentes patrones de color emocional en imágenes con rostros con expresiones neutrales. Al mostrarlas a un grupo de participantes, estos debían interpretar cómo se sentía la persona de la imagen, eligiendo entre una lista de 18 emociones.
En alrededor del 75 por ciento de las veces, los participantes pensaron que una cara neutral que había sido coloreada para verse feliz en realidad transmitía felicidad. Y algo similar, con pequeñas variaciones porcentuales, ocurría con otras emociones como tristeza, enojo o sorpresa. Martínez quiso ir más allá y mezcló los colores de una emoción con la expresión de otra: por ejemplo, a una cara feliz le pusieron colores asociados a enojo, o viceversa.
“Los participantes pudieron identificar claramente qué imágenes tenían los colores congruentes frente a las que poseían colores incongruentes”. Toda esta información, contenida en el algoritmo computacional que detecta emociones a través del color de la cara en el 90 por ciento de los casos, puede tener varios usos, sugiere Martínez: “En medicina, podemos controlar la emoción y el dolor de los pacientes en un hospital de forma automática. También podemos mejorar los dibujos animados, los personajes de videojuegos y los robots al hacer que sus expresiones sean más naturales”.
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