Este departamento tenía previsto permitir que los dueños y gestores de los restaurantes se embolsaran las propinas recibidas por los trabajadores y las distribuyeran incluyendo también al personal de cocina, que normalmente no las reciben.
Las críticas a esta legislación no cesaron porque se dejaba la puerta abierta al ya frecuente robo de salario además de dejar la distribución de estas ganancias en las manos de un tercero.
Con excepciones según estados que han legislado sobre este punto, la ley federal permite dos salarios mínimos. Uno de $7.25 la hora que recibirían los trabajadores que no están de cara al público, y otro más bajo de $2.13 que quedaría para quienes completan sus salarios con propinas.
Los dueños de los restaurantes apoyaban la redistribución de las propinas para que las personas que por ejemplo, lavan platos o hacen parte de las tareas de cocina, tuvieran mayores ingresos sin necesidad de que hubiera una subida de salario.
Bajo la nueva legislación no solo estos dueños no pueden tocar ese dinero sino que además solo se puede redistribuir si todos los trabajadores ganan el salario mínimo regular y no el de propinas.
En cualquier caso, las propinas no pueden acabar nunca en los bolsillos de los supervisores, gestores (managers) y dueños de locales.
Además de los restaurantes, la ley se aplica en todos aquellos negocios en los que hay empleados que reciben propinas como manicuristas, carwasheros…
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