“Mi peso me debilita. Mi cuerpo me duele y lo odio. Me lo digo a mí misma. La comida es una adicción para mí y esa adicción me está matando”.-Nikki Webster.
Su peligroso estado de salud la hizo llegar al límite y visitó de manera urgente al especialista Dr. Younan, en Texas. En la consulta decidieron que había que operarla.
Un caso así no es simple, y para poder entrar a pabellón debía bajar antes al menos 70 kilos. Lo hizo a lo largo de tres meses y luego del procedimiento, siguió una rutina alimentaria y deportiva que terminaron por quitarle 93 kilos de encima.
También tuvo que operar su gran exceso de piel, siendo esa la única manera de deshacerse de ella.
Pero Nikki no quiso detenerse ahí. Con un compromiso con el gimnasio y la buena alimentación, se prometió a sí misma perder 90 kilos más a lo largo de un año y un año y medio. Y lo logró.
Hoy pesa 88 kilos y pasa por momentos que nunca pensó que viviría. La invitaron a salir y puede comprarse jeans, tal vez un pequeño detalle en la rutina de muchos, pero que para ella significaba mucho: era la primera vez en su vida en la que podía hacerlo.
Su cambio ha significado tanto que logró reencontrarse con su madre y su hermana, quienes no dejaban que viera a sus pequeños sobrinos por lo “impactante que podía ser para ellos”. Sigue teniendo una relación muy cercana con su padre y lo ayuda a cuidar a su hermano Chris, quien tiene parálisis cerebral.
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