Por El Universal / GDA Hace más de medio siglo las comunidades chinas hallaron una mina en el noroeste de México para obtener el codiciado “oro azul”. Hoy es un negocio tatambién tocado por el narco y consumido por las élites.
Este ecotraficante lo pudo obtener al seguir la amplia cadena que da inicio con los pescadores (los que reciben menos dinero) que extraen de Santa Clara o Puerto Peñasco, Sonora; San Felipe o Puertecitos, Baja California. En ese polígono viven las vaquitas marinas, que quedan atrapadas en las redes. Después, traficantes-intermediarios burlan a las policías federal, estatal y a los marinos en la carretera. Otro modo son brechas en el desierto, según habitantes.
Y sigue la ruta narcobuchera: Mexicali-Tijuana-Ensenada. En los primeros dos puntos pasa por las garitas o los aeropuertos internacionales; la tercera, en cruceros que zarpan a San Diego y San Francisco. Llegar a esos puntos desde las reservas requiere de “corrupción”, dice Jorge Figueroa, exalcalde de San Luis, Río Colorado.
Cada buche del pez cuesta alrededor de $16,000 en Estados Unidos y $60,000 en Asia por tan solo dos libras, dijo en 2015 la subprocuradora de San Diego, Melanie Pierson.
En Puerto Rico un kilo (dos libras) de cocaína se valora entre $22 y $27 mil.
México figura en este escenario: en los últimos 16 años se intentaron traficar desde este país 4,500 buches, equivalentes a $14,362,915.23, así como casi 19 toneladas de entero, filete, cola, garganta y hueva —cuyos costos fuera de la carta en restaurantes gourmet alcanzan casi $98.51 para un cuarto de filete—, de acuerdo con un cruce elaborado de ocho oficios de PGR, Profepa y Semar obtenidos vía Ley de Transparencia.
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