“Es lo que siento ahora, es una tristeza grande que me vuelva a pasar, me toca errar el penal a mí, era importantísimo. Ya está”, agregó, a dos años del Mundial de Rusia.
Minutos antes, una vez más, como a todo el equipo, le volvió a pesar jugar una final. Y quedó más que claro en el estadio MetLife de East Rutherford, Nueva Jersey.
La historia no tendrá piedad. Argentina se clasificó a tres finales seguidas, el Mundial de Brasil 2014, la Copa América 2015 y esta edición especial centenaria, y se fue con la cabeza gacha en todas. Messi siempre fue protagonista, aunque en las tres salió derrotado. No tuvo revancha ante su verdugo del año pasado.
Desolado, se refugió en el banco de suplentes, pero ni ahí tuvo paz con las cámaras apuntándole sin piedad.
Su plegaria, “tenemos que agarrar la Copa como sea”, no surtió efecto. No hubo forma, por más que con su sola presencia siempre hizo sentir local a la Argentina, aún muy lejos de casa. Y si primero consideró que perder su tercera final consecutiva sería “una decepción”, la derrota tuvo más sabor a un fracaso histórico que a otra cosa.
Messi estuvo lejos de las grandes actuaciones que tuvo a lo largo de la Copa América Centenario, en la que dio muestras de su genialidad con un “hat-trick” en menos de 30 minutos de juego ante Panamá, dos goles de tiro libre que dejaron sin respuesta a los arqueros y su consagración como máximo goleador en la historia de la Selección, con 55 tantos. Atrás dejó a Gabriel Batistuta y sus 54 goles en 77 partidos.
Chile fue efectivo a la hora de no cederle espacios al crack del Barcelona, quien muchas veces debió retroceder hasta el círculo central para recuperar la pelota. Sin posibilidad casi de llegar al área rival, dependió de la (nula) definición de los centrodelanteros, primero Gonzalo Higuaín y luego Sergio Agüero.
Tuvo a los 17 minutos un tiro libre y todos esperaron otra de sus obras maestras, pero Claudio Bravo, que bien lo conoce de Barcelona, se lo atajó. El último, a los 115’, pegó en la barrera.
Hábil, forzó las faltas que le costaron la temprana expulsión a los 28 minutos al mediocampista Marcelo Díaz, uno de los pilares del conjunto de Juan Antonio Pizzi.
Pero con el paso de los minutos, Argentina pasó de una intensa presión alta gracias a un efectivo juego colectivo, a depender casi exclusivamente de la genial individualidad de Messi, quien como pudo buscó sortear la marca múltiple, a veces de hasta seis jugadores, para avanzar.
Peleó cada decisión polémica del árbitro brasileño Heber Lopes pero hacia el final empezó a desconectarse, con un desafío que se volvía más y más complejo y un Chile mejor plantado, que no se rindió jamás.
En el minuto 90 gastó uno de sus últimos cartuchos al cruzar toda la cancha en una carrera desenfrenada, pero el remate se le fue desviado.
Siguió luchando en el alargue, tuvo pases exquisitos, pero no alcanzó, como tampoco el aliento de la mayoría de los 82.000 espectadores que colmaron el MetLife, en la mayor afluencia a un partido de fútbol en la historia de ese estadio.
Messi llegó a Estados Unidos después de recorrer más de 30.000 kilómetros en pocos días, tras declarar ante la Justicia española en la causa en su contra por millonaria evasión fiscal, con un fortísimo golpe en la espalda que recibió en un intrascendente amistoso con Honduras en Argentina y que podría haber evitado jugar. Pero no, la “Pulga” hizo frente a todo y se hizo cargo.
Para quien ha ganado todo en Barcelona y recibió cinco Balones de Oro como el mejor jugador del mundo, la espina del título pendiente con Argentina parece haber sido suficiente. “Para mí lo dijo en caliente”, opinó Sergio Romero. Y millones de argentinos ruegan que así sea.
Fuente: http://copaamerica.lagaceta.com.