La terapiana filosofía existencial, una forma de concebir las relaciones del ser humano con el mundo. Lo anterior, situando su acento en la toma de consciencia de la experiencia actual, presente, en el “aquí y ahora”. Pues bien, según los lineamientos de la terapia Gestalt, existen tres demonios del desarrollo personal: los introyectos, los asuntos inconclusos y las experiencias obsoletas.
El primero, los introyectos, corresponden a la incorporación neurótica de patrones, actitudes, modos de actuar y pensar que no son propios. Es decir, son ideas o creencias que nos “tragamos sin masticar”, que aprendimos a edades tempranas y que seguramente provienen de personas significativas para nosotros (por ejemplo, nuestros padres). Al ir creciendo, dichas ideas se encuentran tan arraigadas que son difíciles de cuestionar o transformar. No todos los introyectos son nocivos; sin embargo, algunos pueden volverse muy dolorosos: “No es bueno ser vulnerable, hay que ser fuertes en la vida”; “No hay que enojarse y siempre hay que perdonar a los demás”; “Nunca se debe cuestionar la autoridad”; “Las mujeres son inferiores a los hombres”; etc.
Por su parte, los asuntos inconclusos son experiencias incompletas que quedaron abiertas en el pasado (no se cerraron o no de la manera correcta) y que tienen relación con otra persona. Por distintas razones, en el momento correcto, no encontramos la forma de resolverlos; generándose cierta retención de esta experiencia, evitando su cierre adecuado. Se genera una necesidad que no ha podido ser cubierta y que es necesario resolver para poder seguir adelante; pues, la energía emocional se dispersa en ello y no nos permite resolver nuestros asuntos presentes.
Finalmente, las experiencias obsoletas son consideradas aquellas experiencias que fueron útiles en algún momento de nuestra vida pero que, en el presente, nos atan y limitan. No tenemos que repetir rígidamente las mismas respuestas sino que podemos recurrir a nuevas alternativas de respuesta, más adecuadas al presente y que dan cuenta de nuestro crecimiento personal. Más aún, las experiencias que en el pasado nos generaron desagrado (miedo, vergüenza, dolor, etc.) pueden seguir siendo arrastradas por nosotros hasta el presente, haciéndonos creer que aún somos incapaces –como en el pasado- de poder resolverlas.
Algunas formas de trabajar estos “demonios” (ojalá bajo el acompañamiento terapéutico) es:
Para los introyectos, preguntarse: ¿Por qué tiene que ser así y no puede ser de otra manera? ¿Dónde, cuándo y de quién aprendí esto? ¿Qué pasaría si no lo cumplo?
Para los asuntos inconclusos, observar las propias sensaciones y preguntarse: ¿Me siento en paz con esta persona o siento alguna intranquilidad? ¿Qué me pasaba o qué me hizo falta en aquel momento para poder hacer algo al respecto de lo que me pasó con esa persona? ¿Qué necesitaría ahora para poder hacer algo?
Para las experiencias obsoletas, reconocer qué fue aquello que pasó y fue muy doloroso; y, al mismo tiempo, situarlo en el pasado. Aprender que cada situación es única, por mucho que las experiencias se parezcan entre sí; y, buscar nuevas respuestas, más adecuadas al presente. Fuente: https://www.guioteca.com