Por Emol, Chile / GDA Has intentado durante meses adelgazar, pero no lo logras. O quizás desde hace tiempo sufres de depresión y a pesar de los medicamentos, no puedes superarla. “Nada sirve”, dices, pero ¿has pensado que quizás lo que te pasa tiene que ver con algo totalmente distinto? Según explica la doctora Yaisy Picrin, en nuestro cuerpo están presentes minerales y metales pesados que si están en desequilibrio, pueden incidir directamente en la salud. Así, por ejemplo, si alguien tiene plomo o mercurio en mucha cantidad, probablemente sufrirá de una depresión, porque esos metales se acumulan en el cerebro dificultando el trabajo de las neuronas. O bien, si presenta exceso de zinc puede que tenga problemas de estreñimiento.
¿Cómo es posible determinar esto? La respuesta la da un examen denominado mineralograma, el cual mediante fotometría entrega un diagnóstico del estado en que se encuentran todos los minerales y metales que intervienen y participan en el metabolismo. En otras palabras, indica qué está alto y qué está bajo, de manera de diseñar un tratamiento para ponerlos en equilibrio.
Para tener una idea del impacto que tienen los minerales y metales en nuestro cuerpo, la doctora Picrin seleccionó algunos de ellos, explicando de dónde se obtienen y qué podría ocurrir si están en desequilibrio. ¡Toma nota!
Minerales
Selenio: es un oligoelemento esencial y el cuerpo sólo lo necesita en pequeñas cantidades. Ayuda a producir proteínas esenciales (enzimas antioxidantes) que juegan un papel importante en la prevención del daño celular. Asimismo, estimula el sistema inmune e interviene en el funcionamiento de la tiroides.Se puede encontrar en vegetales, pescados, carnes rojas, mariscos, granos, huevos, pollo y ajo. Su deficiencia se asocia al aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, CÁNCER y función inmunitaria deficiente.
Zinc: está relacionado con el sistema de defensa del ORGANISMO, además de jugar un papel fundamental en la división y crecimiento de las células, la cicatrización de heridas y el metabolismo de los carbohidratos. Se encuentra en carnes de res, cerdo y cordero; nueces, legumbres y levadura. Su deficiencia se asocia con infecciones frecuentes, hipogonadismo en hombres, caída de cabello, alteraciones del gusto y olfato; crecimiento lento, ceguera nocturna y mala cicatrización. El exceso, en cambio, puede producir estreñimiento.
Yodo: es fundamental para el metabolismo y homeostasis de la glándula tiroides. Se encuentra principalmente en la sal yodada, pero también en mariscos y algunos pescados (bacalao, róbalo), algas marinas y plantas que crecen en suelos ricos en yodo. Su deficiencia se asocia con hipotiroidismo y función mental deteriorada. En los niños se relaciona con retardo del crecimiento, y en fetos con abortos espontáneos y cretinismo.
Cobre: contribuye a la formación de glóbulos rojos y al mantenimiento de los vasos sanguíneos, nervios, sistema inmunitario y huesos. Se encuentra en ostras, mariscos, legumbres, carnes, nueces y agua potable. El desequilibrio de cobre ocasiona la enfermedad de Wilson, una alteración hepática que se produce por una sobrecarga del mineral.
Cromo: es necesario para mantener normales los niveles colesterol y glucosa, ya que potencia la funcionalidad de la insulina. Se encuentra en granos, cereales, frutas, vegetales y carnes procesadas. Su deficiencia se relaciona con la hiperglicemia, aceleración de procesos ateroscleróticos, riesgo de enfermedades cardiovasculares, necesidad aumentada de insulina y respuesta al estrés debilitada.
Metales pesados
Yaisy Picrin explica que estos elementos ingresan al cuerpo por diferentes vías, como la respiración (a través del smog, el cigarrillo, etc.), la piel (tintes, cosméticos, protectores solares, etc.) o la boca (agua, alimentación).
“Los metales entran, se acumulan y se depositan en los diferentes lugares a los cuales son afines, afectando a los nutrientes y minerales ya sea porque los consumen o los desplazan, con el consiguiente daño para la salud”, sostiene.
Es por esto que es importante eliminarlos, ya sea modificando la alimentación de la persona o realizando terapias de quelación, en las que cada semana se aplica al paciente un suero selectivo que “arrastra” a los metales fuera del ORGANISMO.
Según la especialista, el patrón que más predomina en cuanto a metales pesados en el cuerpo, es el siguiente:
Mercurio: es tóxico tanto en animales como en humanos, ya que es capaz de suprimir la función biológica del selenio y con ello contribuir a provocar una desregularización del sistema inmunitario en personas muy sensibles. Algunos de los síntomas de su exceso son: pérdida de apetito; disminución del sentido del tacto, auditivo y visión; gusto metálico en la boca, fatiga, depresión, inestabilidad emocional y pérdida de memoria.
Plomo: tiene efectos neurotóxicos y nefrotóxicos, y puede interferir en la utilización de minerales como calcio, magnesio y zinc. Niveles moderados de exceso de plomo en el ORGANISMO puede provocar efectos adversos en la memoria, funciones cognitivas, conducción nerviosa y anemia, entre otros.
Aluminio: la excesiva exposición a este metal -que puede encontrarse en ollas y utensilios para cocinar, embalajes para alimentos, etc.- puede causar serios problemas a la salud, sobre todo para personas que son más propensas a desarrollar toxicidad por aluminio. Este metal puede acumularse en las neuronas e incidir en la aparición de males como el Alzheimer. También puede provocar fatiga, baja de fósforo en la sangre y porfiria.
Arsénico: una exposición prolongada a este metal afectaría al sistema nervioso periférico, y a los sistemas cardiovascular y hematopoyético. Asimismo, podría provocar osteomalacia, debilitamiento muscular, vómitos, diarreas, dermatitis y CÁNCER de piel.
Cadmio: sus efectos dañinos se pueden ver a nivel neuronal, respiratorio, cardiovascular y óseo. La retención de este mineral produce hipertensión, anemia microcítica hipocrómica (que no responde a la administración de fierro) y proteinuria con excreción anormalmente elevada de B-2 microglobulina.