En su investigación, Jakubowicz comprobó que las personas que tomaban un desayuno rico en calorías, en el que hasta se incluía un trozo de pastel de chocolate o una galleta, tenían menores niveles de insulina, azúcar y triglicéridos en sangre, lo que se traduce en menor riesgo de tener colesterol alto, diabetes, hipertensión y problemas cardiovasculares. Concretamente, en sus experimentos con mujeres obesas, aquellas que siguieron durante 12 semanas una dieta de 1400 calorías diarias repartidas en 700 calorías en el desayuno, 500 en la comida y 200 en la cena perdieron una media de 8 kilogramos de peso. Sin embargo, las que tomaron los mismos alimentos repartidos en 200 calorías en el desayuno, 500 en el almuerzo y 700 en la cena solo perdieron 3 kilogramos de peso. Además, quienes desayunaban más tenían menores niveles de grelina, la hormona que regula el hambre, lo que indica que se sentían más saciadas y menos tentadas a "picar algo" a deshoras.
Del estudio se desprende que elegir correctamente la hora de la comida más copiosa del día ayuda a evitar la obesidad a la vez que mejora la salud general. Visto en: Muyinteresante.es
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