Fuente: Organización Mundial de la Salud
Eres una estúpida. No sirves para nada. Nadie te va a querer. Sin mí no eres nadie... Son solo algunas de las expresiones insultantes y peyorativas que Carmen Santiago escuchó durante los ocho años que vivió con su marido.
Tiempo en el que el agresor se aseguró de lacerar su autoestima al punto que ella llegó a creer que “no valía nada” y que era la culpable de la violencia contra ella.
“Cuando comencé la relación yo tan solo tenía 17 años y estaba muy enamorada. Creía que él lo era todo para mí. De novios discutíamos por celos, pero él no se mostraba tan agresivo. Pero después, el abuso y la violencia fueron escalando por etapas. Primero fue psicológico, me hacía sentir muy mal y jugaba con mis sentimientos. Luego vinieron los golpes y las agresiones”, sostiene la mujer, quien es parte de la reciente campaña de responsabilidad social en contra de la violencia doméstica “Aprendí a quererme”.
Según cuenta, luego de vejaciones inimaginables y una golpiza que casi la mata, se dio cuenta de que para defenderse y proteger a sus hijos tenía que romper con el ciclo de violencia en el que vivía.
“Esa última vez me rompió la ropa que tenía puesta, me arrastró por el piso y mientras me daba, mi hija de cuatro años se metió y él la tiró contra la pared. Me di cuenta de que no iba a cambiar y que me podía matar y hacerle daño a mis hijos”, recuerda Santiago.
Fue el comienzo de un proceso de sanación que la llevó a buscar ayuda para, según dice, “comenzar a quererme” y lograr sacar a sus hijos adelante. Afortunadamente lo logró.
La realidad, sin embargo, es que hoy día hay muchas mujeres que, como Carmen Santiago, viven en un ciclo de violencia del que se les hace muy difícil salir. Hay otras que, como ella, sí logran salir adelante. Pero también, desafortunadamente, algunas perecen en el intento. A ese panorama también se suma un por ciento de varones que sufren de maltrato físico y verbal, aunque según las estadísticas es mucho menor. Este grupo, además, es estigmatizado y es blanco de burlas y descrédito. En ocasiones, hasta por las mismas autoridades que no toman en cuenta sus denuncias. LEER MAS
Patrón preocupante
Se trata de un peligroso patrón de conducta, cada vez más presente en nuestro diario vivir, en el que se utiliza la fuerza física, intimidación o persecución contra la pareja con la intención de causarle daño. Ataques que se manifiestan a través de violencia física, verbal, emocional, amenazas, agresión sexual y, en muchos casos, hasta privación de la libertad y muerte.
De hecho, casi todos los días escuchamos o leemos sobre un caso de violencia de género. El más reciente es el de una joven de 20 años, Madeline Maldonado, quien logró escapar y salvar su vida después que su novio intentó dispararle en varias ocasiones.
Un caso más que se añade a una larga y desafortunada lista de mujeres que no han corrido con la misma suerte. A lo que se añade que, cada vez con más frecuencia, la violencia se da entre parejas jóvenes y, en algunos casos, hasta entre adolescentes.
“También es muy preocupante que, en pleno siglo XXI, todavía hay personas que piensan que las mujeres que mueren a manos de sus compañeros, es porque se lo buscaron”, denuncia la trabajadora social clínica Janet Rivera, quien destaca que muchos también creen que las mujeres que no salen del círculo de violencia es porque no quieren.
La realidad, de hecho, es otra mucho más compleja. Más que nada, por la dificultad que representa para una víctima de violencia doméstica salir de ese entorno. Así lo cuenta Carmen Santiago.
“Yo estaba convencida de que él era mi vida, que sin él no podía hacer nada, que dependía de él. Tenía miedo de que me dejara, así que me callaba. A veces me quedaba varios días en la casa para que nadie viera las marcas de los golpes. Otras veces era él quien me dejaba encerrada. Él mismo me decía que con tres hijos no iba a poder sola y yo lo creía”, rememora Santiago, tras aceptar que aunque se daba cuenta de que su situación era insostenible, albergaba la idea que él iba a cambiar.
“Además, yo tenía la autoestima por el piso”, acepta Carmen, mientras destaca que a veces se piensa que hay que quedarse en la relación por los hijos. “Pero eventualmente me di cuenta de que la realidad es que si nos quedamos los ponemos en riesgo”.
Precisamente, en este tipo de situaciones se debe tener en cuenta la incapacidad que tienen algunos seres humanos para identificar cuando está ocurriendo el maltrato, advierte Rivera, quien también es terapeuta de parejas.
“Muchas personas no entienden que si te gritan es maltrato, no es que perdió el control; si te dice gorda y te humilla, es maltrato; si te controla la salidas o llegadas, no es que está preocupado por ti, eso es maltrato. Y si te chequea el teléfono para ver quién te llama, eso no quiere decir que hay confianza entre los dos. Pero muchas veces la persona cree que quien hace todo eso es porque la ama”, sostiene Rivera.
Y uno de los problemas, agrega la terapeuta, es que la persona pierde la perspectiva de que está en una relación de abuso y poder. “De eso se trata, de que quieren controlar tu vida a como dé lugar”, añade.
Mientras que la víctima siempre tiene la esperanza de que el agresor va a cambiar. A lo que se añade que, debido a la pobre autoestima, la persona está muy vulnerable, algo que el agresor sabe. Por lo tanto, la manipula para que lo vuelva a perdonar. En ese sentido, dice Rivera, está incapacitada para reconocer que está siendo víctima de violencia.
A este entorno de violencia, advierte Rivera, se suma el silencio de la familia que, en muchos casos saben que la persona es víctima de maltrato y, de cierta forma, conspiran para que se quede.
“Muchas veces no quieren que se divorcie por la unidad familiar o porque creen que los hijos van a sufrir. Pero la realidad es que un niño está mejor cuando esta viviendo en un ambiente no violento. Si hay violencia no puede haber unidad familiar y ese niño está en riesgo”, agrega Rivera.
Palabras que marcan
El abuso verbal, señalan los expertos en conducta humana, es como una golpiza que no deja huellas. Y al igual que otras formas de violencia doméstica, muchas mujeres lo sufren en silencio y en aislamiento.
De hecho, es una situación que se da en todos los niveles sociales. Pero sobre todo, entre personas profesionales que no se atreven a admitir lo que les pasa.
“Y muchas veces tampoco buscan ayuda hasta que está en depresión, con la autoestima erosionada por la tolerancia a las humillaciones de la persona a quien cree amar y que le hace responsable de ser el agente provocador de la agresión verbal”, advierte la doctora Melba Feliciano, quien cree que esta situación se ve más en mujeres que se destacan profesionalmente más que su pareja.
Precisamente, dice que son las que acaban disminuyendo su productividad y minimizando sus logros ante un compañero que se siente amenazado en su “condición de hombre macho por una mujer exitosa”.
Lo peor de todo es que se trata de una forma de violencia que causa afecciones de salud, tanto física como mental, sexual y reproductiva, entre otros problemas.
Y aunque muchas de las relaciones de abuso verbal no llegan forzosamente a la violencia física, hay un buen número que sí lo hace. De hecho, se dice que la injuria precede al primer incidente de violencia y está siempre presente en una relación agresiva.
Por eso uno de los principales aspectos que una víctima de violencia debe fortalecer es aprender a quererse y a fortalecer su autoestima, recomienda la psicóloga clínica Enid Ruiz de la Paz, asesora de la campaña Aprendí a quererme.
“Muchos de los orígenes de la violencia vienen de la infancia, de madres y padres que modelan la violencia. Pero también por falta de educación de cómo quererse y desarrollar una autoestima fortalecida”, agrega Ruiz, quien pone el ejemplo de personas que han sido víctima de violencia secundaria.
Son las que crecieron en un entorno familiar en el que la violencia era normal. Y cuando entran en una relación y son maltratadas creen que eso es normal y hay que aguantarlo.
“Otras personas vivieron en hogares donde los padres no les fortalecieron su autoestima y cuando llegan a la adultez se someten y pierden su individualidad; se dejan manipular porque creen que eso es lo normal”, explica Ruiz, mientras destaca que la violencia o el abuso verbal provoca que la víctima se aísle y se le haga más difícil hablar con otras personas de su situación.
Por eso, resalta la psicóloga, la familia tiene la responsabilidad de fortalecer la autoestima de sus hijos desde temprano en sus vidas y educarlos para que desde el noviazgo aprendan a identificar los factores que pueden llevar a la violencia.
“Si de novios hay gritos, discusiones y empujones, es importante que se tome en cuenta esas actitudes porque pueden ser patrones”, advierte Ruiz, quien dice que la campaña Aprendí a quererme es un movimiento para tocar a las puertas de las persona que están pasando por situaciones de violencia y llevarles la oportunidad de aprender a quererse.
Jóvenes en riesgo
Según la trabajadora social Janet Rivera, hoy día tenemos muchos jóvenes brincando etapas de desarrollo, sin tener otras actividades más cónsonas con su edad.
“Hay adolescentes de 12 años que quieren tener novios o novias. Tienen ese sentido de posesión, de que esa persona es mía. Pero no tienen la madurez necesaria para entender la responsabilidad de tener una pareja. Y no entienden lo que es compartir intereses o lo que significa la individualidad de cada uno. Por eso dejan que sea el otro el que decida y se olvidan de su función como individuos”, resalta la trabajadora social.
En ese sentido, Rivera cree que la sociedad tiene su responsabilidad en toda esta situación de violencia que se vive en Puerto Rico. Especialmente, porque no se educa a la equidad de género. De hecho, pone el ejemplo de las semanas de maternidad que le dan a la mujer, mientras que al hombre solo le dan siete días.
“El mensaje que se da es que eso es un asunto de mujeres, que ella es la que se tiene que encargar de los hijos. En ese sentido, no le da la oportunidad al hombre de que se responsabilice también por el cuidado de su hijo”, recalca Rivera, mientras enfatiza en la importancia de enseñar los procesos de equidad de género desde escuela elemental.
“El mensaje tiene que ser de equidad; entender que cada individuo tiene derecho a pensar diferente. Si no lo hacemos esto nunca va a parar”, agrega Rivera.
Aprendí a quereme
El exbaloncelista Richie Dalmau, junto a Yela Cintrón y Pipo Torres -integrantes de la banda Sueño de Hormiga- son los creadores de esta campaña que inició en febrero y que busca alertar, educar y concienciar a la sociedad sobre la violencia doméstica.
“La campaña intenta prevenir, a través de todas las posibles fuentes, que las personas entren en una relación de violencia doméstica. Ofrecemos herramientas que les enseñen a quererse, a fortalecer la autoestima y a que no entren al ciclo de violencia”, explica la psicóloga Enid Ruiz de la Paz, quien destaca que si la persona ya está en un ambiente de violencia, también se proveen opciones para que pueda salir.
En la primera parte de la campaña participa el actor Benicio del Toro, el locutor Antonio Sánchez “El Gangster”, la animadora Sonya Cortés y la banda Sueño de Hormiga, creadores de la canción Aprendía a quererme, el lema de la campaña. En su segunda fase, el proyecto integrará al cantante René González, al baloncelista Larry Ayuso y a la presentadora Angelique Burgos “La Burbu”, además de otros artistas locales cuyos nombres permanecen por ahora en secreto.
Según Ruiz, se trata de una campaña social muy diferente a lo tradicional, diseñada con el fin de que cada persona aprenda a quererse, a respetarse a sí mismo para evitar caer en un patrón de maltrato.
También va dirigida al agresor para que valore a su familia, aprenda a manejar sus corajes y enojos ante las situaciones que pueda enfrentar. La campaña, que estará en prensa, radio, televisión, billboards, Facebook y a través de la página oficial www.aprendiaquererme.com
Factores de riesgo
Los factores de riesgo de violencia de pareja y violencia sexual son de carácter individual, familiar, comunitario y social. Tales como:
Bajo nivel educativo
Exposición al maltrato infantil
Vivencia de la violencia entre los progenitores
Trastorno de personalidad antisocial
Consumo nocivo de alcohol y drogas ilegales
Infidelidad
Aceptación de la violencia
Discordia e insatisfacción marital
Eres una estúpida. No sirves para nada. Nadie te va a querer. Sin mí no eres nadie... Son solo algunas de las expresiones insultantes y peyorativas que Carmen Santiago escuchó durante los ocho años que vivió con su marido.
Tiempo en el que el agresor se aseguró de lacerar su autoestima al punto que ella llegó a creer que “no valía nada” y que era la culpable de la violencia contra ella.
“Cuando comencé la relación yo tan solo tenía 17 años y estaba muy enamorada. Creía que él lo era todo para mí. De novios discutíamos por celos, pero él no se mostraba tan agresivo. Pero después, el abuso y la violencia fueron escalando por etapas. Primero fue psicológico, me hacía sentir muy mal y jugaba con mis sentimientos. Luego vinieron los golpes y las agresiones”, sostiene la mujer, quien es parte de la reciente campaña de responsabilidad social en contra de la violencia doméstica “Aprendí a quererme”.
Según cuenta, luego de vejaciones inimaginables y una golpiza que casi la mata, se dio cuenta de que para defenderse y proteger a sus hijos tenía que romper con el ciclo de violencia en el que vivía.
“Esa última vez me rompió la ropa que tenía puesta, me arrastró por el piso y mientras me daba, mi hija de cuatro años se metió y él la tiró contra la pared. Me di cuenta de que no iba a cambiar y que me podía matar y hacerle daño a mis hijos”, recuerda Santiago.
Fue el comienzo de un proceso de sanación que la llevó a buscar ayuda para, según dice, “comenzar a quererme” y lograr sacar a sus hijos adelante. Afortunadamente lo logró.
La realidad, sin embargo, es que hoy día hay muchas mujeres que, como Carmen Santiago, viven en un ciclo de violencia del que se les hace muy difícil salir. Hay otras que, como ella, sí logran salir adelante. Pero también, desafortunadamente, algunas perecen en el intento. A ese panorama también se suma un por ciento de varones que sufren de maltrato físico y verbal, aunque según las estadísticas es mucho menor. Este grupo, además, es estigmatizado y es blanco de burlas y descrédito. En ocasiones, hasta por las mismas autoridades que no toman en cuenta sus denuncias. LEER MAS
Patrón preocupante
Se trata de un peligroso patrón de conducta, cada vez más presente en nuestro diario vivir, en el que se utiliza la fuerza física, intimidación o persecución contra la pareja con la intención de causarle daño. Ataques que se manifiestan a través de violencia física, verbal, emocional, amenazas, agresión sexual y, en muchos casos, hasta privación de la libertad y muerte.
De hecho, casi todos los días escuchamos o leemos sobre un caso de violencia de género. El más reciente es el de una joven de 20 años, Madeline Maldonado, quien logró escapar y salvar su vida después que su novio intentó dispararle en varias ocasiones.
Un caso más que se añade a una larga y desafortunada lista de mujeres que no han corrido con la misma suerte. A lo que se añade que, cada vez con más frecuencia, la violencia se da entre parejas jóvenes y, en algunos casos, hasta entre adolescentes.
“También es muy preocupante que, en pleno siglo XXI, todavía hay personas que piensan que las mujeres que mueren a manos de sus compañeros, es porque se lo buscaron”, denuncia la trabajadora social clínica Janet Rivera, quien destaca que muchos también creen que las mujeres que no salen del círculo de violencia es porque no quieren.
La realidad, de hecho, es otra mucho más compleja. Más que nada, por la dificultad que representa para una víctima de violencia doméstica salir de ese entorno. Así lo cuenta Carmen Santiago.
“Yo estaba convencida de que él era mi vida, que sin él no podía hacer nada, que dependía de él. Tenía miedo de que me dejara, así que me callaba. A veces me quedaba varios días en la casa para que nadie viera las marcas de los golpes. Otras veces era él quien me dejaba encerrada. Él mismo me decía que con tres hijos no iba a poder sola y yo lo creía”, rememora Santiago, tras aceptar que aunque se daba cuenta de que su situación era insostenible, albergaba la idea que él iba a cambiar.
“Además, yo tenía la autoestima por el piso”, acepta Carmen, mientras destaca que a veces se piensa que hay que quedarse en la relación por los hijos. “Pero eventualmente me di cuenta de que la realidad es que si nos quedamos los ponemos en riesgo”.
Precisamente, en este tipo de situaciones se debe tener en cuenta la incapacidad que tienen algunos seres humanos para identificar cuando está ocurriendo el maltrato, advierte Rivera, quien también es terapeuta de parejas.
“Muchas personas no entienden que si te gritan es maltrato, no es que perdió el control; si te dice gorda y te humilla, es maltrato; si te controla la salidas o llegadas, no es que está preocupado por ti, eso es maltrato. Y si te chequea el teléfono para ver quién te llama, eso no quiere decir que hay confianza entre los dos. Pero muchas veces la persona cree que quien hace todo eso es porque la ama”, sostiene Rivera.
Y uno de los problemas, agrega la terapeuta, es que la persona pierde la perspectiva de que está en una relación de abuso y poder. “De eso se trata, de que quieren controlar tu vida a como dé lugar”, añade.
Mientras que la víctima siempre tiene la esperanza de que el agresor va a cambiar. A lo que se añade que, debido a la pobre autoestima, la persona está muy vulnerable, algo que el agresor sabe. Por lo tanto, la manipula para que lo vuelva a perdonar. En ese sentido, dice Rivera, está incapacitada para reconocer que está siendo víctima de violencia.
A este entorno de violencia, advierte Rivera, se suma el silencio de la familia que, en muchos casos saben que la persona es víctima de maltrato y, de cierta forma, conspiran para que se quede.
“Muchas veces no quieren que se divorcie por la unidad familiar o porque creen que los hijos van a sufrir. Pero la realidad es que un niño está mejor cuando esta viviendo en un ambiente no violento. Si hay violencia no puede haber unidad familiar y ese niño está en riesgo”, agrega Rivera.
Palabras que marcan
El abuso verbal, señalan los expertos en conducta humana, es como una golpiza que no deja huellas. Y al igual que otras formas de violencia doméstica, muchas mujeres lo sufren en silencio y en aislamiento.
De hecho, es una situación que se da en todos los niveles sociales. Pero sobre todo, entre personas profesionales que no se atreven a admitir lo que les pasa.
“Y muchas veces tampoco buscan ayuda hasta que está en depresión, con la autoestima erosionada por la tolerancia a las humillaciones de la persona a quien cree amar y que le hace responsable de ser el agente provocador de la agresión verbal”, advierte la doctora Melba Feliciano, quien cree que esta situación se ve más en mujeres que se destacan profesionalmente más que su pareja.
Precisamente, dice que son las que acaban disminuyendo su productividad y minimizando sus logros ante un compañero que se siente amenazado en su “condición de hombre macho por una mujer exitosa”.
Lo peor de todo es que se trata de una forma de violencia que causa afecciones de salud, tanto física como mental, sexual y reproductiva, entre otros problemas.
Y aunque muchas de las relaciones de abuso verbal no llegan forzosamente a la violencia física, hay un buen número que sí lo hace. De hecho, se dice que la injuria precede al primer incidente de violencia y está siempre presente en una relación agresiva.
Por eso uno de los principales aspectos que una víctima de violencia debe fortalecer es aprender a quererse y a fortalecer su autoestima, recomienda la psicóloga clínica Enid Ruiz de la Paz, asesora de la campaña Aprendí a quererme.
“Muchos de los orígenes de la violencia vienen de la infancia, de madres y padres que modelan la violencia. Pero también por falta de educación de cómo quererse y desarrollar una autoestima fortalecida”, agrega Ruiz, quien pone el ejemplo de personas que han sido víctima de violencia secundaria.
Son las que crecieron en un entorno familiar en el que la violencia era normal. Y cuando entran en una relación y son maltratadas creen que eso es normal y hay que aguantarlo.
“Otras personas vivieron en hogares donde los padres no les fortalecieron su autoestima y cuando llegan a la adultez se someten y pierden su individualidad; se dejan manipular porque creen que eso es lo normal”, explica Ruiz, mientras destaca que la violencia o el abuso verbal provoca que la víctima se aísle y se le haga más difícil hablar con otras personas de su situación.
Por eso, resalta la psicóloga, la familia tiene la responsabilidad de fortalecer la autoestima de sus hijos desde temprano en sus vidas y educarlos para que desde el noviazgo aprendan a identificar los factores que pueden llevar a la violencia.
“Si de novios hay gritos, discusiones y empujones, es importante que se tome en cuenta esas actitudes porque pueden ser patrones”, advierte Ruiz, quien dice que la campaña Aprendí a quererme es un movimiento para tocar a las puertas de las persona que están pasando por situaciones de violencia y llevarles la oportunidad de aprender a quererse.
Jóvenes en riesgo
Según la trabajadora social Janet Rivera, hoy día tenemos muchos jóvenes brincando etapas de desarrollo, sin tener otras actividades más cónsonas con su edad.
“Hay adolescentes de 12 años que quieren tener novios o novias. Tienen ese sentido de posesión, de que esa persona es mía. Pero no tienen la madurez necesaria para entender la responsabilidad de tener una pareja. Y no entienden lo que es compartir intereses o lo que significa la individualidad de cada uno. Por eso dejan que sea el otro el que decida y se olvidan de su función como individuos”, resalta la trabajadora social.
En ese sentido, Rivera cree que la sociedad tiene su responsabilidad en toda esta situación de violencia que se vive en Puerto Rico. Especialmente, porque no se educa a la equidad de género. De hecho, pone el ejemplo de las semanas de maternidad que le dan a la mujer, mientras que al hombre solo le dan siete días.
“El mensaje que se da es que eso es un asunto de mujeres, que ella es la que se tiene que encargar de los hijos. En ese sentido, no le da la oportunidad al hombre de que se responsabilice también por el cuidado de su hijo”, recalca Rivera, mientras enfatiza en la importancia de enseñar los procesos de equidad de género desde escuela elemental.
“El mensaje tiene que ser de equidad; entender que cada individuo tiene derecho a pensar diferente. Si no lo hacemos esto nunca va a parar”, agrega Rivera.
Aprendí a quereme
El exbaloncelista Richie Dalmau, junto a Yela Cintrón y Pipo Torres -integrantes de la banda Sueño de Hormiga- son los creadores de esta campaña que inició en febrero y que busca alertar, educar y concienciar a la sociedad sobre la violencia doméstica.
“La campaña intenta prevenir, a través de todas las posibles fuentes, que las personas entren en una relación de violencia doméstica. Ofrecemos herramientas que les enseñen a quererse, a fortalecer la autoestima y a que no entren al ciclo de violencia”, explica la psicóloga Enid Ruiz de la Paz, quien destaca que si la persona ya está en un ambiente de violencia, también se proveen opciones para que pueda salir.
En la primera parte de la campaña participa el actor Benicio del Toro, el locutor Antonio Sánchez “El Gangster”, la animadora Sonya Cortés y la banda Sueño de Hormiga, creadores de la canción Aprendía a quererme, el lema de la campaña. En su segunda fase, el proyecto integrará al cantante René González, al baloncelista Larry Ayuso y a la presentadora Angelique Burgos “La Burbu”, además de otros artistas locales cuyos nombres permanecen por ahora en secreto.
Según Ruiz, se trata de una campaña social muy diferente a lo tradicional, diseñada con el fin de que cada persona aprenda a quererse, a respetarse a sí mismo para evitar caer en un patrón de maltrato.
También va dirigida al agresor para que valore a su familia, aprenda a manejar sus corajes y enojos ante las situaciones que pueda enfrentar. La campaña, que estará en prensa, radio, televisión, billboards, Facebook y a través de la página oficial www.aprendiaquererme.com
Factores de riesgo
Los factores de riesgo de violencia de pareja y violencia sexual son de carácter individual, familiar, comunitario y social. Tales como:
Bajo nivel educativo
Exposición al maltrato infantil
Vivencia de la violencia entre los progenitores
Trastorno de personalidad antisocial
Consumo nocivo de alcohol y drogas ilegales
Infidelidad
Aceptación de la violencia
Discordia e insatisfacción marital
No hay comentarios.:
Publicar un comentario