Ante experiencias perturbadoras de la vida -como la ruptura de un matrimonio, la pérdida de un trabajo o la muerte de un familiar- muchas personas se deprimen. Sin embargo, otras no. ¿Por qué ocurre esto?Una persona que vive experiencias traumáticas y no se deprime posee una cualidad que en psiquiatría se conoce como “resiliencia”. (La academia de la lengua define el término como “la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”).
De acuerdo con la doctora Rebecca Elliott, psicóloga de la Universidad de Manchester, todas las personas están situadas en algún lugar de la escala: “En un extremo hay personas que son muy vulnerables. Enfrentadas a situaciones bajas de estrés, o ninguno en absoluto, van a desarrollar un problema de salud mental”.
“En el otro extremo, hay personas que han tenido experiencias muy terribles, y sin embargo permanecen positivas y optimistas”.
La mayoría de nosotros, piensa la doctora de la universidad británica, está más o menos en el medio de la escala.
Pero, ¿qué es la resiliencia? ¿Es algo que hemos heredado o que aprendemos? ¿Puede ser rastreada en la química del cerebro o en la actividad eléctrica? Y si nos falta, ¿la podemos adquirir?
Lamentablemente, la respuesta a todas esas preguntas es muy similar. No lo sabemos.
Flexibilidad cognitiva
Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión afecta a más de 120 millones de personas en todo el mundo.
Bill Deakin, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Manchester, estima que “lo preocupante es que la cifra de personas aquejadas de depresión tiende a aumentar y el problema está empezando a afectar a los jóvenes”.
Con el apoyo del Consejo británico de Investigación Médica, Bill Deakin, Rebecca Elliott y sus colegas están estudiando el cerebro y tratando de comprender los orígenes y la naturaleza de la resiliencia.
Ellos piensan que el mejor entendimiento de esta cualidad podría ayudar a quienes carecen de ella.
Los expertos estudian intencionalmente a un grupo mixto: algunos integrantes han sufrido episodios de depresión, otros no. Algunos han experimentado eventos adversos en su vida, mientras que otros han vivido relativamente sin preocupaciones.
El equipo tiene la ventaja de poder aprovechar una investigación previa sobre la resistencia al trastorno de estrés post-traumático.
Esto, dice Bill Deakin, les ha permitido rastrear rasgos relevantes de la función cerebral.
Estos rasgos incluyen la flexibilidad cognitiva, que es la capacidad de adaptar el pensamiento a diferentes situaciones, y también el grado en que nuestros cerebros se concentran en el procesamiento de recuerdos felices o tristes.
Memoria emocional
Cada persona objeto del estudio de Manchester ha sido asignada a uno de cuatro grupos, en función de las cuatro combinaciones posibles de estrés alto y bajo y con o sin depresión.
Todas dieron muestras de saliva para comprobar sus niveles de hormona del estrés y muchas se someterán a un escáner cerebral.
El procedimiento de imagen por resonancia magnética funcional permitirá a los especialistas ver las partes del cerebro que están activas mientras los sujetos realizan tareas específicas.
“En una de las tarea damos imágenes con una alta carga emotiva”, dice Rebecca Elliot. “Ellos tienen que memorizarlas”.
Poco después “se les muestra una vez más estas imágenes” para probar la memoria emocional y “cómo la gente recuerda qué material tiene un componente emocional”.
La investigación aún no ha concluido, por lo que Rebecca Elliott no puede decir si los distintos grupos ponen en juego diferentes funciones cerebrales.
Pero hay indicios alentadores como la correlación encontrada entre las mediciones de la resistencia psicológica de los sujetos y cómo se comportan en algunas de las pruebas.
“Por ejemplo, nuestros datos preliminares sugieren que las personas más resistentes son más propensas a reconocer las caras felices y menos propensas a reconocer las caras tristes o temerosas. Las personas más resistente recuerdan mejor las palabras y fotografías positivas”.
En términos generales, se espera que la comprensión de la actividad del cerebro que genera resiliencia pueda ofrecer indicaciones que conduzcan a nuevos tratamientos o mejores maneras de usar los ya existentes.
¿Una píldora de resiliencia?
Bill Deakin habla de la exploración del cerebro para crear lo que él llama un “perfil neurocientífico” del problema de un individuo. Esto podría ser utilizado para identificar metas y objetivos y decidir sobre el mejor tratamiento.
El paciente puede llegar a tener un funcionamiento cognitivo normal, pero una tendencia a concentrarse en pensamientos tristes. “Esto podría permitir que la terapia reduzca la probabilidad de un episodio de depresión”, dijo Deakin.
Respondiendo a la sugerencia de que si una “píldora de resiliencia”, adaptada a la actividad y la química de nuestro cerebro, podría ser útil, Rebecca Elliott se muestra cauta. “Supongo que, teóricamente, sería posible”, dice.
“De lo que no estoy segura es de que la gente esté dispuesta a tomar ese tipo de fármaco”.
Pero de cualquier manera hallar una manera de estimular la capacidad de resistencia psicológica es un propósito por el que vale la pena trabajar.
Por ahora ningún médico es capaz de recetar un fármaco que estimule la resiliencia. Pero un día … eso tal vez sea posible.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario