Por: Redacción Buen Viaje
Lagunas de color celeste que bañan las selvas, majestuosas cascadas e impresionantes volcanes en constante actividad hacen de este país una réplica del Edén.
La mayoría de las playas de Costa Rica están protegidas por el programa ecológico Bandera Azul. Fotos: /123rf En el mundo hay pocos lugares que cautivan por su belleza natural, esa que no necesita enormes y asombrosas construcciones, esa que con un paisaje de atardecer logra convertirse en la inspiración de un escritor para crear una de las más importantes obras literarias de todos los tiempos.
Costa Rica es uno de los países que tienen la ventaja de contar con una impactante belleza natural. No es una simple coincidencia que la Isla del Coco haya provocado a Daniel Defoe para dar vida a un exótico paraje desierto, que en su libro ubicó frente a Venezuela, en el que habitó el legendario náufrago Robinson Crusoe.
Al estar bañado por el océano Pacífico en el occidente y por el mar Caribe al oriente, Costa Rica se convierte en un lugar privilegiado, con extensas llanuras y verdes montañas que forman parte de una red de parques nacionales y áreas protegidas cuya cobertura es de casi un 25% del territorio. Allí se encuentra el 5% de la biodiversidad del planeta, aunque corresponda a un pequeño espacio de menos del 0,1% de la superficie de la Tierra.
Esta inconmensurable riqueza en flora y fauna ha logrado que el país sea pionero en ecoturismo. Cada año, miles de visitantes extranjeros llegan a sus playas y parques nacionales en busca de descanso y de un encuentro cercano con la naturaleza de manera ecológica.
La mayoría de las playas y zonas de conservación están protegidas por el programa Bandera Azul, que fue implantado en 1996 y tiene como objetivo promover el desarrollo turístico evitando sus impactos negativos por medio de la continua evaluación de la calidad del agua de mar, el tratamiento de aguas residuales y el manejo de desechos.
Descanso junto al mar
Como destino de playa, el Caribe es ideal, ya que cuenta con una gran variedad de ecosistemas acuáticos y costas de arena oscura y blanca, perfectas para practicar la pesca deportiva, como en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Barra del Colorado, sitio privilegiado para atrapar róbalos y sábalos; o para el buceo, actividad en la que se pueden conocer los cientos de especies de peces multicolores, moluscos, crustáceos, tortugas y corales cerebro, cuernos de venado, fuego, rosa y lechuga que habitan las aguas de esta zona.
La playa de Tortuguero, ubicada dentro del parque nacional que lleva el mismo nombre y donde las especies de tortugas verde, baula, carey y caballera van a desovar, es otro de los encantos del Caribe. Desde julio hasta octubre se organizan excursiones nocturnas en lancha por los canales del refugio, donde se pueden encontrar además monos congo, araña y capuchino, perezosos, caimanes y cocodrilos.
El encanto de los cráteres
Las aguas termales y la actividad volcánica continua son algunos de los atractivos del área central de Costa Rica, a donde llegan cientos de curiosos a contemplar las coladas de lava que emite el volcán Arenal desde hace más de 35 años y que han hecho de la zona un verdadero laboratorio vulcanológico al aire libre.
Más hacia el sur, y ubicado dentro del área de conservación de la cordillera volcánica central, está el Poás, cuya chimenea principal mide 300 metros de profundidad y tiene un diámetro aproximado de 1,7 kilómetros. Es el cráter tipo géiser más grande del mundo; emite gases y contiene una laguna ácida.
El Arenal y el Poás se encuentran dentro de áreas de conservación natural, en las cuales hay grandes centros turísticos y senderos para recorrer los lugares y observar las aves que viven en el bosque lluvioso.
En la misma región central, cerca de la cordillera volcánica de Guanacaste y dentro del Parque Nacional Volcán Tenorio, está un lugar muy peculiar. Se trata del río Celeste, un arroyo que se tornó de color turquesa debido a una reacción química causada por el carbonato de calcio y el azufre que emite el volcán.
Una isla de película
Más de 235 especies de plantas, 362 de insectos, 85 de aves, 57 de crustáceos, 118 de moluscos y 200 de peces hacen de la Isla del Coco un lugar único que, a través de los años, ha sido objeto de admiración para los turistas y de estudio para los expertos. Es tan singular la belleza del lugar que, aparte del escritor inglés Daniel Defoe, otros autores la han tomado como modelo para crear mundos mágicos. El estadounidense Michael Crichton, por ejemplo, la tuvo de referencia para escribir su novela Parque jurásico. El viaje hasta la isla, donde se llevan a cabo actividades recreativas, naturalistas y científicas, dura aproximadamente 36 horas .
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