Evita que la envidia te envenene

Te puede llegar a enfermar
Por Francisca Vargas/ El Mercurio
Linda, que bien te ves. Estás regia, más flaca. Te apuesto que estás enamorada…
-Es que me estoy cuidando, nada más. Ella, por delante sonríe y por detrás, le clava una espada sutil llena de envidia y rabia por no ser como su "amiga", deseándole lo peor.
La envidia es una emoción humana como cualquier otra, pero su intensidad hace la diferencia. Todo dependerá del cómo se experimente, cuán elaborada sea o qué tan accesible a la mente esté y de qué manera se maneje o exprese.
"La envidia tiene que ver con el desear lo que otra persona tiene, pero que al ver que esto no es posible, prefiere que el otro tampoco tenga eso bueno y, de algún modo, desearle el mal", explica Angela Farrán, directora del Servicio de Psicología Integral (SPI) de la Universidad del Desarrollo.
Añade, que es una emoción que se desarrolla de acuerdo a cómo se han comprendido las vivencias experimentadas desde temprana edad, donde si una persona ha tenido mayoritariamente experiencias de desprotección, negligencias, desatención o desamor, por sobre experiencias buenas de cuidados, protección y alimentación, "entonces, tenderá a experimentar sentimientos envidiosos frente a lo bueno que, posteriormente perciba en los otros, porque es algo que él o ella no habría vivenciado ni tenido".
El panorama se complica cuando la envidia infiltra las relaciones, cualquiera sea su ámbito, porque creará vínculos poco nutritivos, creativos y más bien destructivos para ambos miembros de la relación. Por otro lado, "cuando una persona es envidiosa lo hará en todo tipo de relaciones que establezca, incluso con instituciones o creencias, por ejemplo", dice Farrán.
Como consecuencia, la envidiosa poco a poco irá teniendo un empobrecimiento psíquico y emocional, "donde la capacidad para disfrutar de las cosas buenas de la vida también se verá interferida y hasta puede llegar a transformarse en una persona con amargura permanente, mirando hacia fuera lo que nunca va a poder tener y deseando que no existiera eso bueno", reflexiona.
Ni sana ni buena
Por lo tanto, la envidia no será sana ni buena porque implica, de algún modo, ponerse en una situación de carencia permanente y de victimizarse frente al mundo. La amarga envidiosa se sentirá en constante falta y desde su podredumbre nada podrá alcanzar.
Para Mayahana Tanner, experta en medicina ancestral, "la envidia es una forma de codiciar el bien ajeno, que produce estrés, enferma y está relacionada con la tristeza de no tener, no poseer".
Agrega que puede a llegar un nivel tan dañino en las relaciones de parejas que es una de las causantes de violencia intrafamiliar, y en el ambiente laboral, ocasiona competencias desmedidas.
"En los trabajos cuando llega un profesional joven, brillante y con grandes capacidades generalmente la actitud es de aislarlos, no aceptarlos y boicotear su trabajo", puntualiza.
Como consecuencias los afectados pueden desarrollar depresiones profundas y requerirán, al menos trabajar el liderazgo emocional. Aún así la envidia formará parte de las enfermedades sociales, familiares y si no se para, los envidiosos pueden llegar a degradar a la persona envidiada.
Por lo tanto, quien sienta envidia, lo aconsejable, según la psicóloga de la Universidad del Desarrollo, será reconocer en uno mismo, la envidia que se tiene hacia otro, ya sea de su situación laboral, académica, amorosa, de su apariencia, etc. Paso siguiente, abrir la posibilidad de pensarla como una emoción válida y darse cuenta que puede dañar a quien la siente y el vínculo con el otro.
"Esto permitirá profundizar la relación, aceptar y tolerar que el otro tiene algo que yo desearía, y de esta manera iré ampliando mi mundo mental, emocional y podré trabajar mi tolerancia a esa frustración, más aún si aprendo a pararme en el sentimiento de gratitud", desarrolla.

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