La dieta de los reclusos no es lo suficientemente rica para generar un gas útil, y por eso es necesario combinarla con heces de ganado para producir un gas de primera calidad.
El biocombustible se crea y se almacena en 12 cámaras ubicadas a las afueras de la prisión, que los presos se encargan de revisar en busca de grietas y fugas.
El biogas generado representa el 75% de la necesidad energética de la prisión. Gracias a ello, los costos del combustible bajaron un 85% desde que introdujeron el experimento. Ese ahorro supone que el sistema penitenciario ruandés cuenta con US$1,7 millones más disponibles.
Algunos de los reclusos son ingenieros y colaboraron con el Instituto de Tecnología de Kigali en la creación de un sistema de cañerías para el experimento, añadió la cadena británica.
Fuente: BBC Mundo
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