Una mujer no encontraba por ninguna oarte su anillo de diamantes incrustados,que era una herencia familiar. Después de “dar vuelta” toda la casa, intentó imaginar otras alternativas.

Las sospechas cayeron sobre su cachorrito Barney, de tres meses.
Karen Woolley, de Thrumpton, Nottinghamshire, decidió explorar al perro con un detector de metales, y descubrió que se había tragado el anillo.
Barney fue llevado al veterinario para una radiografía, que mostró el anillo dentro de su cuerpo.
El anillo ha pasado por generaciones en la familia, durante más de 100 años, y Karen se lo había sacado en el baño, donde lo olvidó, antes de que entrara en acción Barney.
“Tenemos un detector de metales viejos en la casa. Mi marido sugirió probarlo en el perro, e increíblemente empezó a sonar de inmediato”, señaló la mujer.
Los veterinarios advirtieron que el anillo podía matar al perro cuando pasara por su sistema digestivo.
Pocas horas después de engullir el anillo, Barney estaba en la mesa de operaciones, donde los cirujanos veterinarios recuperaron el anillo.
“Afortunadamente, se está recuperando bien de su operación, aunque se muestra frustrado, porque no pueden salir a dar sus paseos.”