Cayó asesinado junto a Manuel Aurelio (Manolo) Tavárez Justo defendiendo los derechos del Pueblo, en Las Manaclas, en Diciembre del año 1963.
El Piqui fue precoz en su desarrollo como hombre, pues a los dieciséis años era ya un gran bailador de la música de su tiempo (merengues, valses, guarachas y otros ritmos) y de Santiago y la capital visitaban a Mao jóvenes mujeres para bailar con el Piqui, por supuesto, y otra vez, en el Samoa Bar.
Poco menos de 5’8” de estatura, cuerpo fibroso, andar seguro, rostro angélico, pelo crespo de color amarillo que lo convirtieron en un galán de la región. Fue “un rubirosa” de ese tiempo y su sano proceder libando finas bebidas junto a sus amigos y amigas le hicieron popular en nuestro Mao y zonas aledañas.
Yo le conocí y traté cuando en el país se abrieron las fronteras de la libertad y el pueblo comenzó a balbucear la palabra democracia.
Se enroló en las filas verde y negra de la Agrupación Patriótica (1J4) 14 de Junio y fue uno de sus directivos en la provincia Valverde, hasta el día de su sacrificio en Las Manaclas.
Eran sus padres Patricio Fondeur y Anadina Rodríguez, hermana del famoso médico maeño, Dr. Rafael Rodríguez Colón (Fello), quien fue como el padre de Piculín y le tocó la penosa tarea de buscar su cuerpo inerte enterrado en la loma en una fosa común, junto a sus compañeros también vilmente asesinados después de rendirse ante el enemigo con banderas blancas. Todo esto sucedió bajo la férula del maldito gobierno del Triunvirato que sojuzgaba, maltrataba y corrompía al Pueblo, y al cual combatimos y derrocamos en la Gloriosa Revolución de Abril de 1965.
Tuvo varios hijos, pero a mí me unen lazos consanguíneos con su última hija Magaly Fondeur, quien es hermana de mi esposa Aleida y está casada con Saulio Madera, quien es a su vez hijo de Doña Casilda Taveras.
Imbuido en los ajetreos políticos, los panfletos, los comunicados, la venta del periódico y la conspiración nos encontrábamos cuando nos sorprendió el golpe de estado contra el gobierno constitucional del Profesor Juan Bosch y se produce la desbandada al salir de las casas a esconderse para evitar el apresamiento. Piculín, cuando sucedió el golpe, se refugia en la capital momentáneamente.
Había sido administrador de las Oficinas de Correo y Telecomunicaciones, su último cargo y desde las cuales prestó un valioso servicio al movimiento revolucionario.
Yo le había prestado el arma de reglamento que me correspondía como Juez de Paz de Esperanza, cargo que ejercí a los veinte años. Fue a mi casa a despedirse y a llevarme el revólver. Naturalmente yo no me encontraba por razones obvias, pero ya se iba, allá donde dijo Manolo: “los hombres y mujeres del 14 de Junio sabemos dónde están la escarpadas montañas de Quisqueya”. Piculín estaba lleno de patriotismo, “enamorado de un puro ideal” para como dice este himno “con su sangre prender la llama augusta de la libertad”.
La residencia de José Ramón Haddad, un hombre a quien la Patria le debe su desinteresada lucha, sus
aportes metálicos, sus sacrificios, así como su entrega a la causa revolucionaria sirvió de albergue a los muchachos de Mao que se iban a integrar a la guerrilla de Manolo en Las Manaclas, eran ellos: Piculín, Pitifa Reyes, Joseito Crespo, Papito Ramírez y Manuel de los Reyes (Reyito) Díaz. Allí permanecieron por seis días, en Santiago.
Aquel 28 de Noviembre emprendieron la marcha en tres vehículos: una camioneta, un carro Chevrolet y un Peugeot. Eran 27 soldados de la Patria mancillada que subían a las escarpadas montañas de Quisqueya a defender con su sangre la libertad conculcada.
Amanecieron el 29 de Noviembre vestidos de chamaco empuñando un arma, regocijados de ser soldados del Frente Jiménez Moya en Las Manaclas, San José de las Matas y emprendiendo una larga caminata de tres días.
Dejemos que sea Rafael Reyes (Pitifa) quien nos narre el comportamiento heróico, desprendido, siempre servicial y decidido de Piculín, ya que Pitifa es sobreviviente de este hecho histórico: “Cuando llegamos a la montaña, al tercer día fue necesario bajar a un “bota’o” (conuco entre las montañas) para buscar qué comer de lo sembrado, y uno de los primeros que se ofreció para bajar fue Piculín, junto al “Guajiro” Bisonó. Trajimos muchas batatas, las que echamos en un saco y las llamamos “batatas patrióticas”.
“Siempre estuvo presto a participar en todas las misiones que se presentaban y su conducta de guerrillero estuvo acorde con los principios que el Che Guevara escribió en su manual guerrillero. En la segunda oportunidad que fue necesario volver a otro “bota’o” que divisamos, Piculín fue el primero, y yo que casi me había fracturado un tobillo le acompañé y regresamos al día siguiente con más batatas patrióticas”, narra Pitifa.
“El tiempo, las caminatas, el hambre y el bombardeo incesante de los aviones fue diezmando las fuerzas físicas de los guerrilleros y Piculín no fue la excepción. Después de largas caminatas, las decisiones y desmoralización de la guerrilla se planteó la rendición del grueso guerrillero, decisión que no fue acogida por todos los componentes del frente Jiménez Moya”, dice Pitifa.
“Piculín estaba padeciendo de una afección biliar y úlcera estomacal; el color de su piel se tornó amarillo, sus ojos también tomaron un color amarillento con acuse de ictericia. Yo le rogué que no se rindiera, que se fuera con nosotros, pero el hambre lo consumía y la enfermedad lo había diezmado”, continúa diciendo Pitifa.
“Intercambiamos el suéter, nos abrazamos y el destino nos separó, ellos decidieron por la rendición, nosotros nos creíamos en los guardias”, termina diciendo Pitifa.
Mis guerreros preferidos también fueron cantores de coplas populares. Ustedes recordarán que Ledesma Colón, mientras disparaba su Máuser, cantaba aquello de “yo conozco el buey que jala…”, pues Piculín cantaba en los momentos trascendentales de la guerrilla la copla de Mambrú entonando: “Mambrú se fue a la guerra, que dolor que dolor que pena…”, y me cuenta Pitifa, que su sueño era que cuando bajaran de la loma o estuvieran presos quería que le llevaran cigarrillos “Hollywood”, leche condensada y refresco rojo.
Manolo, en quien veía un liderazgo de raza promisorio, fue un destinatario directo de sus consejos, y con él bajó en señal de paz para encontrar la muerte.
Mao lloró su desaparición. ¡Loor a ti, Piculín! Tomado de: Mao en el Corazon
No hay comentarios.:
Publicar un comentario